La “tasa rosa” y otra desigualdad vigente para las mujeres

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El hecho comprobado recientemente, tanto en nuestra ciudad como en muchas otras partes del mundo, de que los productos dirigidos a la mujer cuestan sensiblemente más que los destinados a los varones, remite a la necesidad de que se fortalezca una visión cultural más comprensiva y abarcadora sobre los derechos que asisten a los mujeres.

Tal como se informó, el sondeo realizado en La Plata por la Defensoría del Pueblo bonaerense en grandes supermercados, farmacias y jugueterías determinó que los productos para mujeres son en promedio un 15 por ciento más caros que los de similar naturaleza destinados a los varones, registrándose las mayores diferencias en lácteos, juguetes, artículos de farmacia y productos de higiene personal.

En los lácteos, la diferencia es del 23,03 por ciento; en los de perfumería e higiene personal es del 20,23 por ciento; en los de farmacia, de 15,74 por ciento y los infantiles, de 14,76 por ciento. Desde la Defensoría se indicó que es ostensible una clara discriminación de precios por género. Según el informe, en los lácteos la diferencia mayor se observa en los yogures con más porcentaje de calcio que los clásicos, producto que es consumido generalmente por las mujeres en la etapa de la menopausia.

Otros ejemplos brindados tienen que ver con el rubro perfumerías e higiene personal: las máquinas de afeitar con versiones dirigidas al público femenino son 65,30 por ciento más caras que las orientadas a los hombres y algo similar sucede con los desodorantes (14,89 por ciento) y los shampoo (12,69 por ciento).

Cabe señalar que estas sensibles diferencias de precio, que se registran también en otros países es denominada “tasa rosa “ y se la considera una forma de discriminación por género. Esa tasa rosa está representada por importes menores, pero que hacen una diferencia sustancial cuando se suman productos y se comparan sus precios según si van orientados al hombre o a la mujer.

Por cierto que no se habla aquí de las dramáticas diferencias que convierten todavía a las mujeres, en muchas partes del mundo, en víctimas de violencias, violaciones, mutilaciones, trata de blancas o matrimonios forzados, pero sí de otro tipo de desigualdades profundamente irritantes, que hacen a su dignidad como personas.

Si bien es cierto que en los últimos tiempos se han concretado importantes avances en algunos planos institucionales respecto a los derechos propios de la mujer, con la creación, por caso, de dependencias específicas para el tratamiento de esos temas, tanto la dramática persistencia de la violencia de género como estas desigualdades de naturaleza económica -entre otras discriminaciones de índole cultural- demuestran que sigue siendo prioritaria una defensa irrestricta y universal de la igualdad entre los géneros.

Es imperioso, entonces, fortalecer en la sociedad una visión más comprensiva y totalizadora de los derechos de las mujeres, acentuándose campañas destinadas a crear conciencia y a concretar programas y planes de acción más decididos en la búsqueda de erradicar desigualdades en perjuicio de las mujeres, que son, en definitiva, una lacra regresiva e infamante para la dignidad de la condición humana.

 

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