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Información General |IMPRESIONES: ENTRE EL HUMOR Y LA REFLEXIÓN

Princesa engañadora y custodio confianzudo

Princesa engañadora y custodio confianzudo

ALEJANDRO CASTAÑEDA
Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

14 de Julio de 2019 | 03:10
Edición impresa

El multimillonario emir Mohammed Al-Maktoum, dueño de un patrimonio de 4.000 millones de dólares, descubrió que su esposa, la princesa Haya de Jordania, mantenía una “intimidad inapropiada” con uno de sus guardaespaldas. Las princesas siempre eligen subalternos para desquitarse. Hartas de gerentes de protocolo y de invitados sin gracia, salen a buscar en la antecocina algún fuego plebeyo que las regrese a una realidad tosca y encantadora. La pareja pudiente vive en Londres. Y el affaire se descubrió cuando el dueño de casa decidió viajar solo a Dubai para asistir al casamiento de tres de sus hijos. El emir, siguiendo un pálpito, volvió al hogar antes de tiempo, calladito y sigiloso. Y ya se sabe: no se debe llegar a casa sin avisar. Siempre puede haber un cuidador predispuesto a proteger a las señoras con miedo que andan con el botón antipánico para desatendidas. Al ingresar a la mansión, el jeque encontró a su doña y a su vigilante en plena “intimidad inapropiada”. Se enfureció, echó al custodio, revoleó lámparas y puteadas, pero jamás se imaginó que la inapropiada se quedaría en Londres con sus hijos para empezar a tramitar el divorcio.

Los guardaespaldas ya no vienen como antes. Son como los perros más domesticados: empiezan durmiendo sobre la alfombra, pero de a poco hacen su cucha en la cama. Y se asimilan tanto con su patrón que al final le terminan usando pijama y señora. Este caso es uno más en la larga fila de asistentes confianzudos. La princesa Diana, se acuerdan, había elegido primero a su profe de equitación y después o al mismo tiempo a un guardia del palacio. La realeza debe sentir que, al acostarse con gente de planta permanente, se achican distancias con la plebe. La princesa de Dubai, tras ser descubierta y dar las correspondientes excusas, decidió quedarse en Londres con millones de dólares, como para asegurarse un duelo matrimonial llevadero y lujoso. El emir armó un ejército de vengadores para ir a buscar a su ex, la quinta de sus cinco esposas, una señora atractiva que, mientras su marido contaba barriles de petróleo, ella se encargaba de los surtidores de entrecasa y manguereaba el honor del jeque con un custodio que sabía llenar el tanque.

The Times ha dicho que Mohammed andaba preocupado por la estrecha relación entre su esposa de 45 años -28 menos que él- y el ex oficial del ejército que ahora trabaja para UK Mission Enterprise Limited, una empresa privada que proporciona seguridad las 24 horas del día para el jeque y su familia. Y que también se encarga de amores inseguros y señoras sin alarmas.

El emir de Dubai sospechaba de su princesa, la veía demasiado apegada a ese cuidador estricto que, por lo que pudo apreciar, la seguía acompañando hasta cuando se metía en la cama. “El jeque volvió a la casa sin previo aviso y encontró a su esposa con el guardaespaldas. Sus sospechas fueron confirmadas”, dijo una fuente al Daily Mail. “Habiendo participado en la boda de sus hijos, no se esperaba que regresara tan temprano. No le dijo al personal que volvería y llegó sin avisar a la mansión de Londres. Y allí encontró a su esposa y al guardaespaldas. Estaban demasiado cerca para su gusto”.

La realeza siente que, el acostarse con gente de planta permanente, se achican distancias con la plebe

 

Y claro, de cercanías y gustos se va alimentando la pasión. El guardaespaldas seguramente le tenía ganas a esa patrona solitaria y muy dada, que le hacía regalos a espaldas del emir y que a la hora de las confidencias empezaba por quitarse el velo y ya no paraba más. El marido, ultraceloso pero confiado, ahora repasa las largas horas que la había dejado en manos de un servidor multiuso que a ella le guardaba espaldas y adyacencias. La princesa sigue en Londres y no quiere volver a Dubai porque sabe que allí la infidelidad se castiga duramente y que para los maridos engañados es casi obligatorio la venganza y la paliza. No se sabe la suerte que corrió el custodio de cercanías. Dicen que el Emir lo castigó dejándolo olvidado en el desierto. Para que aprenda que ningún polvo vale tanta arena.

 

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