Callejuelas o pasajes por donde transita el misterio

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Si un sello distingue al barrio de las Mil Casas son sus callecitas angostas que algunos llaman “callejones” y otros, “pasajes”. Son el contorno que le da identidad y pone esa cuota de magia y misterio que rodea al lugar.

El censo de 1896 las llamó “callejuelas”.

Varias veces la política se ha ocupado de las Mil Casas y en ese contexto han habido declaraciones de interés patrimonial y discursos sobre el valor histórico que debe conservarse.

Sin embargo, algunas realidades se contraponen. Rubén Leguizamón a los 75 años sigue siendo “el Chuby”, dirigente peronista, ex delegado comunal y uno de los que exhibe el orgullo de “nacido y criado” en el corazón de las Mil Casas, en 523 entre 3 y 4.

Dice con algo de bronca que “recién en los años 90 los pasajes conocieron al asfalto. Antes eran de tierra”.

“Con este barrio se pudo haber hecho mucho más de lo que se prometió”

 

“Con este barrio se pudo haber hecho mucho más de lo que se prometió”, es la reflexión amarga de Leguizamón.

Siempre anduvo rondando la idea de un museo del barrio que llevase los nombres de vecinos reconocidos. Y la propuesta fue el del radical Luis Antonini; el de Omar Neira, del peronismo y el de don Arturo Librán, del Partido Comunista”, cuenta.

El bar y almacén de Tuno o de los socios El Flaco y el Pelado; los del culto espiritista del pasaje de la 522 A, son algunas de las geografías del un pasado lleno de historias para contar.

Y el club del barrio, Villa Rivera, emblemático refugio barrial que recuerda al nombre original de aquel territorio enmarcado por la estancia de la familia Rivera donde nació el emprendimiento inmobiliario de los De la Barra.

Desde Palito Ortega a cuanto artista popular pudieron llevar, los bailes de Villa Rivera y sus noches de boxeo quedaron en la memoria de un barrio que no olvidará jamás.

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