Un potentado porteño vinculado al poder y casado con su sobrina 30 años menor

Inesperadamente mudaron los talleres ferroviarios de Tolosa al barrio porteño de Liniers y el sueño de Juan de la Barra, se derrumbó

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Todo indica que el sueño de las Mil Casas tiene que ver con esa otra historia de ambiciones, intereses y roscas políticas que hasta el día de hoy le ponen freno al Puerto La Plata. Todo indica que el asunto viene de la misma matriz.

En un documental disponible en internet, el historiador y vecino del barrio Alberto Antonini tira de la punta de aquel ovillo donde queda claro que en su ADN las Mil Casas contienen bastante misterio y cosas inexplicables de las que pasaban entonces.

Según el relato de Anonini, Juan de la Barra, un hombre rico y poderoso de la sociedad porteña se casó a los 51 años con su “sobrina carnal”, Emma, que apenas había cumplido 21. Era la hija de su hermano por lo que la desposada pasaría a llamarse Ema de la Barra de la Barra.

Era sobrina nieta de un virrey y se le atribuye, en su adolescencia, trato casi cotidiano con Mitre, Avellaneda, Roca y Bernardo de Irigoyen. Para el historiador Antonini, los de la Barra eran “personajes” de aquella poderosa y muy vinculada sociedad al punto que en otro tiempo, el presidente Sarmiento solía pasar de visita por lo de doña Clotilde De la Barra, a la sazón tía y suegra de Emma.

Con amigos y parientes bancarios, los De la Barra consiguieron un crédito importante y se largaron a la compra de los terrenos y la construcción de un complejo de viviendas que, en rigor, habían concebido como “piezas” para dormitorio de los obreros que llegarían por la obra del ferrocarril y la construcción de la nueva ciudad.

En su libro “Especulación y Utopía en un barrio obrero de tiempos fundacionales de La Plata”, el docente en Historia de la Arquitectura e investigador de la UNLP, Gustavo Vallejo, aporta datos certeros sobre el origen y la transformación del barrio de las Mil Casas y las ubica en tiempos de la fundación de La Plata y a la luz de la necesidad de alojar a sus cientos y cientos de obreros y técnicos que iniciaron la construcción de la ciudad.

Se trató, claramente, de una operación inmobiliaria especulativa en la que “tierras de características y usos rurales fueron transformadas en predios de usos urbanos, con el consiguiente aumento de la renta”, como sin vueltas lo definió el profesor Vallejo .

Y así fue que tres años antes de la instalación de los talleres, las Mil Casitas ya casi estaban de pie y poco a poco se irían ocupando.

El sueño estaba en marcha y en su mejor momento. Tolosa florecía y las Mil Casas eran el centro de aquel esplendor.

Pero desde ese poder central que alguna vez los había beneficiado, los De la Barra recibieron el golpe más duro. Se decidió que los talleres ferroviarios se mudasen de Tolosa al barrio porteño de Liniers.

Las casas empezaron a vaciarse y los callejones o pasajes se quedaron sin ruidos, ni gritos ni las charlas y las risas que los mantenían vivos.

Emma de la Barra, ya viuda, trató de salvar al barrio con otros emprendimientos. Pero la deuda con el Hipotecario era muy grande y no había forma de pagar las cuotas.

Un mural sobre el paredón de La Fraternidad, la recuerda junto a otros vecinos ilustres.

El banco se quedó con todo pero fue una victoria pírrica, esa forma de ganar a tal alto costo que al final cuesta ver la diferencia entre vencedor y vencido. Y es que en la salida a remate de las Mil Casas casi no hubo oferentes.

Pero el barrio sobrevivió al abandono y se reinventó para mostrar con orgullo la razón por la que había nacido: ser el primer Barrio Obrero de Latinoamérica.

Con el nuevo siglo las corrientes inmigratorias acercaron a otras gentes. Muchos directamente intrusaron las casitas vacías, otros se las arreglaron para hacerse de algunos papeles. Los idiomas se mezclaron, los callejones volvieron a vivir.

Las Mil Casas seguirían de pie.

Ya entonces billetera mataba galán porque entre tanto pretendiente, eligió al quinielero...

 

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