Una modalidad que se impuso con el boom de las aplicaciones

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No es casual que el repartidor de una aplicación para celulares haya estado atento a una maniobra de robo callejero, que decidiera perseguir al ladrón y enfrentarlo con un arma blanca que, aparentemente, llevaba como protección. La reacción se explica en función de un reclamo que este sector conformado por más de 650 jóvenes impulsa desde hace meses, por la inseguridad que dicen padecer cada vez que salen a trabajar.

Uno de los casos más graves sucedió el 16 de noviembre del año, cuando Kevin Sanhueza fue baleado mientras esperaba, cerca de la medianoche para entregar un pedido en 16 entre 42 y 43.

Kevin, un estudiante de arquitectura oriundo de Neuquén, pasó dos semanas internado en el hospital San Martín. Y los primeros días su cuadro se presentaba muy complicado. Por suerte lo superó, y su caso sacó a la calle a decenas de repartidores que pidieron medidas concretas para sentirme más seguros, aunque los ataques siguieron sucediendo.

Meses atrás, un grupo de “glovers” dijeron a este diario que la mayoría de los hechos eran cometidos por delincuentes que se movilizan en tres motos Honda Tornado diferentes.

Gran parte de las denuncias de asaltos a mano armada que realizan los repartidores tienen como epicentro sectores de La Loma y Barrio Norte.

Para la Policía, no se trata de una “grupo delictivo organizado”, sino más bien de una serie de “atracos al voleo”. “No parecen ser premeditados ni planificados, a diferencia de los escruches, por ejemplo, que tienen una logística más preparada”, analizó un jefe policial.

Una de las medidas preventivas que se adoptaron fue la entrega de algunos botones antipánico, aunque desde el sector aclararon que “son pocos y no resuelven el problema”.

 

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