Ocurrencias

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Por: Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

No sólo al gobierno le dolió el escrutinio. También las consultoras fueron derrotadas categóricamente. Siempre sucede. Lo que se calcula es una cosa, lo que se consigue, otra. Los resultados desencadenaron novedades que acabaron desmintiendo ilusiones y pronósticos. El recuento dominical mostró que los encuestadores también cayeron en la grieta de lo inimaginable. Entre tanto político que dice y se desdice, los encuestadores otra vez hicieron su parte en la trama de un país que vive de promesas deshechas. Y que ahora aguarda algún acierto tardío que interrumpa una incierta y larga espera. Diciembre cada vez está más lejos.

En este país imprevisible, el único que puede acertar es el azar

Esta semana, en los tribunales de 8 y 57, me topé con un cartel batallador de los trabajadores judiciales. Mirando sus números advertí que su reclamo había alcanzado la altura de una profecía. El afiche traía las dos cifras explosivas que acabaron desatando el terremoto que aún sigue sacudiendo. Hablaban de “47 % de inflación y 32 % de ajuste salarial”. Lo increíble es que esos porcentajes, calculados meses atrás, adelantaban con matemática exactitud lo que depararon las urnas: 47% Fernández, 32% Macri. El albur se encargó de que por fin alguien acertara en un país extraviado que hoy depende más de las pizarras que del trabajo. Los quince puntos mostraban una diferencia que aquellos trabajadores anticipaban y que las urnas confirmaron. Los consultores habían apelado al teléfono, al pálpito, al timbre y a la entrevista callejera para poder determinar la ventaja entre Fernández y Kirchner. Y ninguno acertó. Por suerte apareció un dato inesperado que dio en el blanco. En este país imprevisible, el único que puede acertar es el azar.

El destino suele dejar algunas pistas sobre el porvenir. Nunca están a la vista. Son apenas señales abandonadas en un mar de olas inciertas. Esos quince puntos de diferencia que alardeaban desde el afiche, nos querían decir que todo tiene que ver con todo y que al final es el bolsillo -y no sólo el de los judiciales- el que nos recuerda que se elige siempre desde lo que se necesita y no desde lo que se desea.

La realidad suele esconderse en recovecos impensados. Como los dueños de los grandes números prefieren mentir, la exactitud elige refugiarse en sitios residuales. Estos afiches pronosticadores dejaron que lo irreal fluya con la naturalidad de lo certero. Ante la falta de sondeos creíbles, la espontaneidad arriesga sus pálpitos. Los resultados crudos del domingo, corrigieron las mediciones sofisticadas. Y el presidente se enojó porque el voto de la gente no estuvo a la altura de las encuestas. Pero, si sabemos que la política descree de la verdad, ¿por qué las encuestas no iban a mentir?

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