Una casa de comidas próxima a Plaza San Martín sufrió el tercer robo en diez meses

Los dos primeros fueron asaltos a mano armada. Esta vez, se trató de un escruche nocturno con daños materiales

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Para Adrián (35) y Carina (33), compañeros y propietarios de “La Empanadería”, cada golpe en forma de robo del que son víctimas, se transforma en una serie de trastornos que superan con amplitud al hecho delictivo en sí. Al trauma que implica el ser abordados por ladrones armados, se suma el grave problema de perder dinero en ese proceso (y a veces hasta mercadería) y la dificultad para recuperarlo.

Entre el 28 de octubre del año pasado y ayer, en el comercio de venta de comida sufrieron por triplicado la inseguridad.

El negocio funciona desde hace seis años en 56 entre 5 y 6, y los fines de semana suelen cerrar después de las 23.30, cuando se entregan los últimos pedidos. A veces, ese horario se estira hasta entrada la medianoche, con los pedidos que entran a última hora.

Ayer por la tarde, al momento de abrir para comenzar la jornada laboral, se encontraron con una fea sorpresa: la persiana metálica había sido forzada (la doblaron hacia afuera) y una de las hojas del ventanal de entrada había sido destruido.

Así lograron ingresar al interior del local, donde luego revisaron cajones y mobiliario y escaparon con un botín no determinado, sin dejar rastros. Por ahora, esperan los registros de las cámaras de seguridad de la zona, para poder obtener algún dato concreto de los autores.

DOS HECHOS ANTERIORES

En el primer caso, los delincuentes sacaron provecho de que el comercio trabaja mucho con una distribuidora de pedidos que utiliza una aplicación de teléfonos celulares. Por eso, a los vendedores no les sorprendió la llegada de dos hombres con casco.

Confiado en que eran clientes, Adrián les preguntó si habían hecho un pedido, y como toda respuesta le dijeron “dame la plata, dame toda la recaudación del día”.

En uno de los bolsillos, el joven tenía los ingresos de la jornada y, además, algo de dinero destinado a pagar impuestos y a los proveedores.

Sin ofrecer ningún tipo de resistencia, dadas las circunstancias, les entregó todo. No obstante, uno de los asaltantes sacó su arma y comenzó a apuntarlo. “Dame más, ¿dónde tenés más?”, le gritó. Finalmente, tras unos minutos tensos, escaparon con los celulares de todos los presentes y los billetes que lograron juntar.

En la segunda oportunidad, los asaltantes parecían “principiantes” por su modo de actuar. El horario y el día escogido para atacar fue el mismo: un sábado a la medianoche. Pero esta vez eran cuatro, uno de ellos con una pistola. “El que se metió primero nos fue apuntando a todos, incluso a los que vinieron con él, en forma indistinta, pero no decía qué quería. Nunca nos pidió el dinero”, aseveró Carina a este medio.

Entonces, el nerviosismo empezó a crecer entre los ladrones. Quien llevaba el arma comenzó “a ponerse nervioso” y “agarró a otro por el cuello”, intercedió Adrián. “Me tenés cansado, te voy a meter un tiro a vos. Pediles la plata”, le ordenó a su compinche. En total, calculan que se llevaron entre 25 y 30 mil pesos. En tanto, ni bien escaparon de la escena, Adrián activó el rastreador del teléfono y Carina dio aviso a la Policía.

Por medio del GPS del aparato, supieron que los cuatro malvivientes fueron por 6 hasta 57 y luego hacia 7. “En 59 doblaron para el lado de 8, y les perdimos el rastro en 7 y 68”, detalló el joven.

 

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