No naturalizar el delito

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Marcelo Carlos Romero

Fiscal del Ministerio Público

El alegato de un fiscal federal, solicitando el sobreseimiento de una imputada por el delito de tenencia de estupefacientes para la venta, basado en la “extrema situación de vulnerabilidad”, producto -entre otros argumentos- de su condición de mujer transgénero e inmigrante, no debería prosperar.

Las dificultades que enfrentan millones de habitantes de este país para lograr el sustento de una vida digna, no pueden resultar una excusa para la violación sistemática del Código Penal.

Millones de argentinos y de extranjeros que residen en estas tierras se levantan todos los días buscando un trabajo digno para llevar el pan a sus mesas, regresando muchas veces -al caer el sol- con las manos vacías.

El delito no puede ser una opción válida para la realización de una vida plena, independientemente del sexo o del género autopercibido.

Los diversos colectivos defensores de las minorías y de la identidad sexual han logrado, con sus luchas, el respeto de los derechos de igualdad y de oportunidades. Aún en las Fuerzas Armadas y de Seguridad, ámbitos donde en otras épocas era impensable el ingreso de aspirantes de género autopercibido, hoy se encuentra totalmente admitido y -lo más importante- con absoluta naturalidad.

Las condiciones de vulnerabilidad y de exclusión social no deberían ser excusa para la opción criminal, so pena de tornar ilusoria la punición de determinadas conductas escogidas por el legislador, por el solo hecho de pertenecer a una franja social desprotegida.

Mucho se habla en estos tiempos de “exclusión social” y de “sistemas clasistas de selección penal”.

Sería bueno recordar a nuestros antepasados inmigrantes, que llegaron a esta parte del mundo en la 3ra. clase de barcos, escapando de las guerras, las pestes y la hambruna. Muchos de ellos analfabetos o con mínima instrucción. Sin otros bienes que la ropa que traían puesta. Llegaron a un país con severas diferencias sociales. Fueron verdaderos “excluidos del sistema”. Sin embargo, no optaron por el crimen; muy por el contrario, eligieron el camino del trabajo, del esfuerzo y de la vida dentro de la legalidad. Esos mismos valores que nos inculcaron nuestros padres y abuelos. Apenas sabían leer y escribir, pero no naturalizaron el delito. Todo lo contrario.

 

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