OID MORTALES: El grito radiofónico

Como la birome, el colectivo y las huellas digitales la primera transmisión de radio de la historia de la humanidad fue argentina.

Por Marcos Cantasano

Ya se sabía de experimentos anteriores, los pioneros como Guillermo Marconi habían conseguido que la radiotelefonía creciera y se volvieran indispensables para las comunicaciones durante la Primera Guerra Mundial.

Pero, el 27 de Agosto de 1920 (muy pronto se cumplirán 99 años de aquel día) una voz anunciaba la transmisión de “Parsifal”, de Richard Wagner, desde el Teatro Coliseo, en Buenos Aires, pero sólo la escucharon los 50 afortunados que tenían con qué, es decir tenían una radio.

Esa voz fue la de Enrique Telémaco Susini (Telémaco significa lucha desde lejos) que tan solo tenía 25 años, un flamante título de médico y 3 amigos estudiantes de Medicina, Miguel Mujica, César José Guerrico, y Luis Romero Carranza.

El único micrófono que pudieron conseguir fue uno para sordos al que le agregaron una bocina de madera y lo colocaron en las filas más altas del teatro. Trepando por las azoteas ubicaron la antena entre una torre del teatro y la cúpula de una casa de Cerritos y Charcas, de la Capital Federal.

Susini y sus amigos pasaron a la historia con sus nombres, sus apellidos, y un título honorífico especial: los locos de la azotea.

A ellos se les debe, en gran parte, la importancia que ha readquirido la radiofonía en los últimos tiempos, su popularidad todavía creciente, su intacto magnetismo y su misterio.

Como en los tiempos en que a través de dos pequeños auriculares de baquelita, los primeros oyentes de la radio argentina trataban de ubicar las transmisiones manipulando el mágico mecanismo de la galena (aquella piedra montada en un soporte de madera) que trasladaba el milagro de la voz por el espacio.

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