Fueron por dólares, pero como no había encerraron a la dueña y se llevaron hasta las frazadas

A cara descubierta, cuatro entraron en la casa cuando el dueño se fue a pescar. A su esposa la retuvieron dos horas en un baño

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El martes amaneció ventoso y con sol. “Un día espectacular para ir a pescar”, pensó Alberto (63). Comenzó a preparar los “bártulos” con la idea en la cabeza, tomó unos mates con Susana, su mujer, y a las 9.50 partió del inmueble ubicado en Brasil entre San Martín y Leandro N. Alem con dirección al río. No vio o no le llamó la atención el vehículo estacionado a pocos metros de su casa, donde cuatro sujetos esperaban verlo salir.

Con la caña y el resto de los elementos de pesca, Alberto se subió a su propio vehículo y se fue. Diez minutos después, cuando aún él no había cruzado Ensenada, los desconocidos se metieron en la vivienda, donde permanecieron dos horas con Susana como rehén.

En medio del trabajo que realizaban los peritos de la Policía Científica, los damnificados relataron los pormenores del hecho -al que calificaron de “raro”- a EL DIA. La trama deja traslucir una particularidad que para los investigadores es también una pista: los delincuentes tenían un dato, equivocado o no, sobre el lugar.

PEDÍAN DÓLARES

Susana saludó a su marido y se puso a hacer los menesteres de la casa. La sorprendió el sonido que hizo la puerta de entrada al abrirse, y asomó la cabeza para ver si él se había olvidado de algo. Entonces los vio.

Eran cuatro hombres, todos bien vestidos, jóvenes y con los rostros al descubierto, según dijeron las víctimas. “Quedate quieta y no grites”, le ordenaron. Ella no atinó a moverse mientras uno de los ladrones le ataba las manos. “¿Dónde están los dólares?”, la interrogó uno de sus captores. La pregunta descolocó a la mujer, que no supo qué responder.

En ningún momento la golpearon, pero todo el tiempo intentaron amedrentarla con gritos y amenazas. Habían ido con un objetivo claro y se encontraron con una realidad opuesta: allí no guardaban dólares. “No tenemos, nunca tuvimos ni vamos a tener, yo los odio. Soy de la vieja usanza”, aseveró Alberto. Cuando quedó claro que no iban a obtener billetes de la divisa norteamericana, se dividieron. Tres comenzaron a revisar todo el lugar, mientras el restante (que cojeaba de una pierna) se quedó con Susana en uno de los baños, donde aprovechó “para asearse y perfumarse”, revelaron los entrevistados.

Revolvieron “absolutamente todo” y separaron elementos de todo tipo. “Todavía no hicimos un recuento total, pero por lo que pudimos ver se llevaron ropa de los dos, frazadas y cobertores, una cámara de fotos Nikon, un celular, un grupo electrógeno, dos GPS, seis mil pesos y llaves”, detallaron.

Antes de irse, le mandaron esperar “dos o tres minutos” y “después cantá, bailá, hacé lo que quieras”, le espetaron con sorna. Para Alberto, los autores eran “profesionales” y “de afuera, porque acá nos conocemos todos”.

 

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