La birra y el faso se acaban y el Estado que sigue sin llamar

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Pablo Pérez

Dirigente vecinal de Tolosa

El “0800 fonodroga” del municipio no revienta de llamadas. En la esquina despoblada, casi alejada del rancherío revienta la cumbia que sale de todos lados. Como el himno cuando lo corean los pumas, la cumbia les mete alma y corazón. Resisten. La birra circula de mano en mano, el faso también. El frío se combate con la fogata y las risotadas que fluyen de las historias monosilábicas, porque a esta altura la lengua se traba y sujeto y predicado no tienen cabida. Ya no hay “gira”. La guita no alcanza y quedarse en el barrio garantiza una noche tranquila. Si se acaba el faso, pinta la pasta, y cuando la pasta se acabe alguno ya habrá derrapado y la luz tenue del sol que más tarde quemará de ardor la autopista, los empuja al caserío. El 0800 fonodroga no suena. Allá en el Centro, ¿sabrán de ellos, acá en la villa profunda? La respuesta podría y debería ser sociológica, política y hasta antropológica. Pero qué mierda, si la cumbia aturde y destroza en mil pedazos cualquier tipo de respuesta. Acá no hay Estado. Ellos sí saben algo del estado: “Haber estado del orto”, “haber estado ‘guardado’”, “haber estado ‘de caño’”... haber estado. Están. A veces, algún político los nombra en la tele. Los famosos NI NI, porque ni estudian ni trabajan. Una tremenda definición de la realidad tan estúpida y obvia que da vergüenza ajena. Sí. No estudian y no trabajan. Pasan horas caminando, altas llantas y alguna moto que cruje con explosiones que significan poderío. No hay Estado, pero hay noción del concepto de poder. Poder hacer lo que se les canta y cuando se les canta. ¿Alguien los ve? De vez en cuando aparecen en Programas estatales como una cifra, un número, pesado número que sacude la modorra por unos días, como cuando se acaba el faso. Nada más. El 0800 sigue mudo, mudito. Los celulares revientan de mensajitos y WhatsApp que invitan a la gira que hoy, esta noche, no se dará. Celulares afanados en la Ciudad, que recalan en el bajo y vuelven a la Ciudad para ser reactivados. Como el ecosistema o la cadena alimentaria, el más grande se come al más pelotudo. El Estado debería venir alguna vez por estos pagos y entonces quizá una tenue luz en el fondo del túnel marque el camino. Mientras tanto, la birra se acaba.

 

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