El rugby no tiene la culpa

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María Cristina Dorato (*)

El asesinato de Fernando Báez Sosa de 19 años, en la localidad bonaerense de Villa Gesell, deja al descubierto la decadencia de nuestra sociedad y el clima de violencia reinante en todos los estratos sociales, culturales, económicos.

La educación es la clave para evitar y resolver estos hechos, como tantos otros, es una tarea que tiene su raíz en el hogar, en la familia, y concluye en la escuela; y es el Estado quien debe garantizar que esta sea de calidad: en conocimientos y principios.

El rugby como tal es un deporte de camaradería, con valores como los de la amistad y el trabajo en equipo. La familia del rugby se ha caracterizado siempre por compartir los eventos y las giras de los clubes. Un joven no es violento por practicar el rugby, su juego está bien mediado por reglas y normas estrictas, sino que se es violento por ausencia de control de los padres o por falta de límites.

Testimonios de jóvenes que salen a vacacionar juntos no pocas veces manifiestan que gastan más dinero en alcohol para las famosas “previas” que en alimentos. Esto es alarmante, porque es el disparador de excesos que luego terminan en hechos lamentables como este que hemos vivido como sociedad.

He conocido la familia del rugby dado que mi difunto esposo fue capitán de los Veteranos de La Plata y jugó en el Club Los Tilos, durante toda su vida, y en ningún momento he sido testigo ni he tenido que vivir situaciones de violencia de ningún tipo, ni física ni verbal.

El respeto al otro es una deuda pendiente de todos como sociedad actual, y trabajar sobre este tema es un compromiso que debemos asumir para crecer y poder dar respuestas satisfactorias a las demandas de nuestros días. Creer que la violencia encuentra su explicación en un deporte como el rugby es un reductivismo en el que no debemos caer, aun cuando algunos deban ser apartados de los clubes por mal comportamiento tanto interno como externo.

(*) Dirigente de la Coalición Cívica La Plata y docente.

 

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