Falta de límites, dificultad para el diálogo y exceso de alcohol, un combo con resultado fatal
Edición Impresa | 21 de Enero de 2020 | 03:07

¿Son los jóvenes hoy más violentos que los de generaciones anteriores? ¿Se ha perdido la capacidad de reconocer al otro como sujeto de derecho? ¿Vivimos en una sociedad a la que le cuesta distinguir lo que está bien de lo que está mal? El atroz asesinato a golpes de un chico de 18 años a manos de un grupo de rugbiers a la salida de un boliche en Villa Gesell instala interrogantes sin duda muy difíciles de responder.
Lo cierto es que pese a la consternación que produce por estas horas, el asesinato de Fernando Báez Sosa tras una discusión en el boliche Le Brique no es un caso aislado. Apenas unas horas después de que ocurriera, el cruce en una playa de Mar del Plata entre un turista y un grupo de jóvenes a los que les pidió que bajaran el volumen de la música derivó también en una pelea masiva que bien podría haber tenido un resultado similar.
Aunque el trasfondo en que llegan a producirse estos episodios de violencia extrema resulta difícil de entender, psiquiatras, psicólogos y funcionarios consultados coinciden en destacar algunos factores que parecen confluir para que muchos terminen en tragedias: la falta de límites, las dificultades para resolver los conflictos en el marco del diálogo y los excesos en el consumo de alcohol, un elemento que potencia a los otros dos.
“Hoy están todos cuestionando al rugby, los valores que transmite o no, pero creo que esto hace que nos perdamos la posibilidad de preguntarnos más allá de este deporte cuáles son los valores que trasmitimos como sociedad”, sostiene Gabriela Torres, actual titular de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina.
A su entender, el episodio que terminó con la vida de Fernando Báez Sosa “va más allá del rugby porque la dificultad de aceptar al otro y de generar diálogo es algo que está extendido; lo mismo que la naturalización del consumo del alcohol que, de hecho, se incentiva y se carga de valores positivos como éxito o felicidad desde el aparato publicitario”.
“Si a los adolescentes les estamos diciendo que beban, que tienen que ser fuertes, bellos y se tienen que imponer sobre el otro, hay una responsabilidad que como adultos debemos asumir sobre lo que transmitimos”, señala la titular de la Sedronar.
Al analizar el fenómeno, también el ministro de seguridad de la Provincia, Sergio Berni, resalta el fuerte peso que suele tener en estos episodios el consumo excesivo de alcohol por parte de los jóvenes y las dificultades de sus familias para ponerles límites. “Cuando uno habla con los padres ve que están angustiados con la noche, la previa y el alcohol. Hemos observado que la violencia ha sido el agravante generalizado en la tipificación en los delitos comunes”, afirma.
“Vivimos en una sociedad donde los límites se han diluido -coincide en señalar la psicóloga Elvecia Trigo, integrante de la Escuela Argentina de Psicoterapia-. Se ha perdido la distinción entre lo que está bien y lo que está mal. Los padres han desdibujado su autoridad y no saben decir que no. Han delegado su autoridad en los youtubers y se justifican en el cansancio para omitir su responsabilidad”.
Los rugbiers que atacaron a Fernando Báez Sosa “no tuvieron compasión. Y es claro verlo porque la compasión es un valor. Los valores se construyen en la familia a partir de la capacidad de poner límite y de frustrarse ante el no”, dice la consultora psicológica Analía Forti; para quien hoy “los padres están desorientados sobre cuál es su función”.
En medio de las voces de expertos, no menos valiosa resulta la de la tía del propio Fernando al ser entrevistada por televisión. “Que todos los padres reconsideremos cómo estamos criando a nuestros hijos”, dijo simplemente la mujer.
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