Tres familias maradonianas y una tradición: veranear juntos en Sanber
Edición Impresa | 5 de Enero de 2020 | 02:32

PEDRO GARAY
ENVIADO ESPECIAL A LA COSTA ATLÁNTICA
“Una soledad impresionante”: así recuerda la San Bernardo del Tuyú de hace 25 años Raúl Carfagna, que lleva un cuarto de siglo visitando cada verano la localidad balnearia, y que no lo hace solo: debajo de una serie de cuatro sombrillas que protegen las preciadas provisiones para el día, una decena de chicos y grandes va y viene del mar, charla a la sombra, visita la orilla y los comerciantes ambulantes, varios enfundados en la camiseta de su querido Lobo.
Son los miembros de la familia Carfagna y sus habituales compañeros en la aventura estival sanbernardense, los Saghessi y los Iveli. Todos ensenadenses y parte de una tradición que este año comenzó el 31: las tres familias adelantaron esta temporada su viaje habitual para pasar el 31 en la playa y disfrutar del despliegue de fuegos artificiales.
La tradición comenzó el siglo pasado, cuando los Carfagna, dueños de una fábrica de mosaicos de Ensenada, viajaron a San Bernardo por un canje. “Le vendíamos materiales a una empresa de La Plata… y nos pagaban con departamentos”, se ríe Carfagna sobre el comienzo de sus visitas al balneario.
Con el tiempo, se sumaron los Saghessi y los Iveli: los Saghessi y los Carfagna eran vecinos de Ensenada desde chiquitos, los papás de Raúl Carfagna y Luján Saghessi, también en Sanber, se conocían, Raúl conocía a Luján desde chiquita, y también a su pareja, Patricio Iveli. “A ellos los une otra cosa”, avisa ella: “Estamos en la Peña Diego Armando Maradona de Ensenada. ¡Pero la peña de Boca!”, cuenta él. Se descubre así la verdad: había una grieta en la familia, no todo era azul y blanco. Aunque por lo menos los une el Diez.
FAMILIAS ENSAMBLADAS
La reunión de familias, tres generaciones reunidas alrededor de la sombrilla, multiplica el número de cabezas a la hora de gastar, pero ayuda a dividir el gasto. “A veces compramos algo por acá, pero en general, traemos sanguches de milanesa, hoy trajimos de atún… Después los chicos se compran un pancho, un choclo…”, cuentan las familias su modus operandi playero. Y sonríen, señalando sus heladeritas: “Después vienen las provisiones para los adultos, más tarde”.
Preparar en casa, comprar en común, compartir gastos, son estrategias cada vez más habituales entre los veraneantes. Incluso, muchos comparten departamento: las familias ensenadenses y maradonianas tienen cada una su lugar propio, en un edificio ubicado al norte de San Bernardo, cerca de la frontera con Costa Azul, donde ya son locales, pero cuentan en las inmobiliarias que compartir piso entre dos familias se ha vuelto costumbre, o alquilar entre varios la temporada completa e ir rotando.
ALQUILERes COMPARTIDOs
“Se arman grupos de siete, ocho personas y alquilan juntos. Muchas familias se ensamblan, alquilan por temporada y se van rotando: eso genera un ahorro en la familia”, cuenta Lautaro Lus, de Lus Inmobiliaria. Y cuenta que, de hecho, “lo que más ocupación tiene son en las cosas grandes, duplex, triplex, casas: alquilar dos ambientes cuesta un poco más”.
Los precios de un monoambiente en enero comienzan en los 2.000 pesos la noche, y para un duplex hay que pensar en, por lo menos, 3.000. Un aumento promedio del 30% respecto del año pasado, un acuerdo tácito que alcanzaron varias inmobiliarias de la zona para aumentar por debajo de la inflación en lugar de apuntar a subir los precios pensando que muchos turistas, con el dólar alto, no tendrán otra alternativa que un verano local. Los precios, de todos modos, aumentarán como cada año para la segunda quincena, donde se planifican precios entre 10 y 20% más altos.
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