Días de violencia, locura y muerte, con protocolos en permanente debate

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El sangriento incidente que ocurrió ayer en Retiro hizo recordar al sucedido hace menos de un mes en Palermo, que involucró a un enfermo psiquiátrico, terminó con éste y un policía muertos y reabrió el debate en torno de la importancia del uso de las pistolas Taser por parte de las fuerzas de seguridad.

Fue el 28 de septiembre pasado, cuando el inspector Juan Pablo Roldán (33), del Cuerpo de Policía Montada de la Policía Federal Argentina (PFA), fue asesinado de cuatro puñaladas por un hombre con problemas psiquiátricos en la esquina de la avenida Figueroa Alcorta y la calle San Martín de Tours, a metros de Malba.

El asesino, Rodrigo Facundo Roza (51), molestaba a clientes de un bar cuando llegó Roldán junto a un compañero para disuadirlo. El agresor sacó un cuchillo de una mochila, los efectivos no lograron reducirlo (allegados a los policías aseguran que por temor a las consecuencias), se abalanzó sobre Roldán y le aplicó cuatro puntazos. Terminó herido a balazos y los dos murieron más tarde por la gravedad de las heridas.

Un caso similar ocurrió el 1 de octubre de 2019, cuando el remisero Claudio Romano (39) bajó herido de su auto en Malabia al 900 del barrio porteño de Villa Crespo, se acercó a un patrullero de la comisaría 15B y con una navaja atacó al conductor del móvil a través de la ventanilla. Tres policías rodearon a Romano, le dispararon a las piernas y cayó herido. Pero 43 segundos más tarde lo remataron y el remisero terminó muerto de seis balazos. Todo quedó filmado en un video.

 

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