Intolerancia que impacta en la convivencia del país y lo divide

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Por JOSÉ REAVER

Desde la Casa Blanca se generó en los últimos cuatro años un clima social de agresiva intolerancia, que una demora en validarse el resultado de las elecciones puede causar alteraciones en la vida institucional y en la de los propios ciudadanos.

Trump fomentó la profundización de la grieta hasta un punto que hace irreconocible hoy en día el panorama social y político del país. Desaparecieron los consensos que eran tradición y posibilitaban la convivencia en un país con diversidades raciales y religiosas, como la que caracteriza a los Estados Unidos.

El Partido Republicano dejó de lado numerosas posiciones y actitudes para convertirse salvo muy pocas excepciones en un agrupamiento incondicional al presidente y adoptó formas totalmente ajenas a su pasado.

Trump se convirtió en un caudillo al que sus seguidores no le ponen ningún límite. Algo nuevo ya que ni siquiera Franklin Delano Roosvelt, el único elegido cuatro veces presidente, logró de su partido- el Demócrata- y aún con mayoría en ambas cámaras de Congreso debió abandonar proyectos como la ampliación de la cantidad de miembros de la Suprema Corte de Justicia, que ahora Trump ni siquiera tuvo que plantear porque por razones biológicas fue el primer magistrado que pudo designar más jueces.

Sin embargo existe cierta confianza en que será el Poder Judicial el que actuando con independencia si Trump perdiera las elecciones no diera paso a la impugnación de miles de sufragios que harían los partidarios del líder republicano, si este fuera derrotado.

El autoritario presidente ya dijo que no reconocería una derrota -aunque ayer deslizó que puede perder aunque para él no será fácil de asmilarlo- y advirtió que si el resultado es adverso, sus partidarios plantearan decenas de litigios.

Para Trump solo existen las victorias, la misma sintonía que sus admirados Putin y Xi Jinping.

 

 

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