No tomar decisiones precipitadas sobre la eficacia de la vacuna contra el COVID-19
Edición Impresa | 8 de Noviembre de 2020 | 02:54

La experiencia enseña que no ha sido nunca una política sanitaria aconsejable tomar decisiones precipitadas acerca de la eficacia o no de algún medicamento o de tratamientos médicos, en particular cuando se habla de fórmulas que pueden llegar a tener una aplicación masiva, como es el caso ahora de las vacunas contra el COVID-19 que se encuentran en etapas de experimentación, sin haber completado aún las pruebas de seguridad y eficacia.
Por el contrario, la historia muestra numerosos ejemplos en los que sin haberse agotado las investigaciones previas se admitieron fármacos, promoviéndolos como verdaderas panaceas y que, sin embargo, terminaron causando consecuencias muy graves. Esto fue lo que ocurrió con la talidomida, un sedante para madres embarazadas que se comercializó en el mundo desde 1957 a 1963, hasta que se detectó que había causado malformaciones en miles de los bebés.
Similares controversias se presentaron hace décadas con los trasplantes de corazón, cuando algunas primeras operaciones de esa naturaleza derivaron en la muerte de los pacientes. Pasados ya cincuenta años de aquellas intervenciones, perfeccionadas las técnicas, se sabe hoy que las posibilidades de recuperación son enormemente superiores y las estadísticas demuestran que el proceso se naturalizó por completo, convirtiéndose en una esperanza más de vida para las personas con enfermedades cardíacas críticas.
Ahora se ha generalizado en nuestro país y también en muchas partes del mundo una fuerte disputa -acentuada, si se quiere, por el carácter masivo que apunta a tener- sobre las vacunas que se experimentan contra el coronavirus.
Como se sabe, existen en curso por lo menos seis vacunas que ya superaron las denominadas fases 1 y 2. Y se las sigue evaluando, en la fase 3, que tiene que ver con la seguridad y la eficacia, como ocurre con las de Oxford y la vacuna rusa Sputnik V.
También se debate sobre la obligatoriedad o no de la vacunación, en circunstancias que han originado dudas, marchas y contramarchas acerca de los procedimientos y protocolos que finalmente se adoptarán. En este sentido, también resulta esencial que las autoridades sanitarias actúen con prudencia, ya que en materia de vacunación es decisivo que la población cuente con suficientes datos que otorguen confianza y seguridad, para adherirse a ella.
Está claro y se comprende que la vacuna se perfile como la gran esperanza contra la pandemia, que ha causado más de 49,6 millones de personas contagiadas y más de 1,24 millón de muertos en el mundo, de acuerdo con los datos de la Universidad Johns Hopkins.
Sin embargo, no puede dejar de señalarse que científicos ingleses ponen un freno a algún posible entusiasmo sobre los efectos de la vacuna de Oxford, señalando, por ejemplo, que es probable que la primera generación de vacunas sea imperfecta, en el sentido de que no prevenga la infección sino que reduzca los síntomas, para añadir que, mientras tanto, es esencial contar con varias alternativas para hacerle frente al virus y así mejorar las posibilidades de la población para revenir la enfermedad o reducir sus efectos.
Asimismo, en el caso de Rusia, que había anunciado en agosto pasado que su vacuna Sputnik V, había sido aprobada, ese medicamento no quedó alejado tampoco de la polémica. Es más, la vacuna rusa despertó también algunas suspicacias en científicos de ese mismo país. A su vez, el Centro Levada, la consultora más independiente que se conoce en Rusia, realizó el 4 de noviembre pasado un sondeo que destaca que el 59 por ciento de la población rusa rechaza vacunarse con la Sputnik V, esencialmente porque aún se encuentra en período de ensayo y eso no la vuelve confiable.
Como se ha dicho, se trata tan sólo de esperar. Esperar hasta que no queden dudas sobre la eficacia de las vacunas que, finalmente, resulten ser científicamente confiables, seguras y eficaces. Sin dejar de lado, mientras tanto, respetar a todo trance las medidas de prevención, higiene y de aislamiento recomendadas por las autoridades sanitarias para enfrentar al virus.
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