“Envejecer es una m...”: Sabina y un otoño plagado de problemas de salud tras una vida al límite

El derrame sufrido tras la caída del miércoles es solo la última de las complicaciones físicas del cantante. Sigue internado

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El accidente que sufrió Joaquín Sabina, que de un susto ha pasado a un problema más grave pero controlado, se une a una larga serie de episodios médicos que a sus 71 años, cumplidos precisamente ayer, le hacen tener un estado de salud más precario de lo normal para su edad.

La caída en el Wizink Center, cuando ofrecía un concierto con Joan Manuel Serrat, fue un tremendo susto que parecía quedarse en eso porque las primeras noticias hablaban de tres fisuras en el hombro izquierdo. Pero por la mañana del jueves, y tras pasar la noche tranquilo, se le apreció un golpe en la cabeza que le ha provocado un coágulo cerebral del que finalmente ha tenido que ser operado, con resultado satisfactorio. Sabina permanecía ayer en la unidad de cuidados intensivos, pero con un pronóstico favorable para su pronta salida.

Lo cierto es que éste es el último capítulo de una larga serie de incidentes que le han obligado a permanecer apartado del escenario en bastantes momentos de los últimos años, empezando por el derrame cerebral que lo llevó al hospital en 2001.

Fue el 23 de agosto de aquel año cuando sufrió un accidente isquémico cerebral leve por el que fue ingresado en el mismo hospital Ruber en el que fue operado el jueves. En aquel momento estuvo ingresado apenas tres días y una semana después mandó un correo electrónico agradeciendo la atención prestada y aseguraba: “Estoy vivo y coleando, bien de las tres piernas y las dos manos”.

Pero lo que sí le hizo ese susto fue reformular sus hábitos tras una vida de excesos para, en general, “maltratarse mucho menos”, preocupado por por “envejecer, por la salud” y por que no le quieran “las mujeres”.

Durante unos años, el cantante se mantuvo más alejado de la vida pública y su salud se recuperó, pero en septiembre de 2010 volvieron los problemas y tuvo que suspender su cita en el Palau de Barcelona debido a una caída doméstica.

De nuevo en mayo de 2011 canceló sus primeros tres conciertos en Estados Unidos -Nueva York, Miami y Los Ángeles- por problemas intestinales, que el propio músico atribuyó a una “diverticulitis aguda”. Otro episodio médico no del todo aclarado se remite a julio de 2013, cuando anuló su participación en un acto vinícola en la localidad zaragozana de Cariñena debido a un “mareo”, quizás por “el calor”, relató su entorno.

Y en diciembre de 2014 se produjo otro incidente en el Wizink Center madrileño, un ataque de pánico en un escenario que se ha convertido en una de sus pesadillas. Unos días después, su representante desveló que aquella no era la primera vez que Sabina temió desmayarse delante del público, ya que unos tres años antes en Tijuana había tenido un cuadro parecido.

Vendrían luego una tendinitis, una hernia ventral, un golpe en el ojo que le causó mareos y molestias en un oído, y una tromboflebitis en la vena ileofemoral de su pierna izquierda, todas causas que le obligaron a suspender conciertos. La última suspensión había sido en 2018, cuando una disfonía lo dejó mudo sobre escena tras cuatro temas.

El miércoles, la actuación fue aún más breve: Aún no había empezado a cantar el que iba a ser el tercer tema de la noche que compartía con Serrat, cuando cayó encandilado por un potente foco. Tras el golpazo, reapareció poco después en silla de ruedas para disculparse “muy muy dolorido”. Un ejemplo más que corrobora unas palabras que dijo Sabina hace poco: “Cuando les cuenten que envejecer es una cosa fantástica, porque la experiencia y la sabiduría... Mienten como bellacos. Envejecer es una puta mierda”.

 

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