Todos piensan que “la cosa va para largo”

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Por MARIANO SPEZZAPRIA

@mnspezzapria

Las reuniones que encabezó ayer el presidente Alberto Fernández en la quinta de Olivos, con funcionarios propios y dirigentes de la oposición, acentuaron la impresión de que el Gobierno evalúa seriamente la posibilidad de extender la cuarentena general, que en principio tiene fecha de finalización el 31 de marzo.

No es que el Presidente lo diga abiertamente, pero lo cierto es que todos sus interlocutores salen de Olivos pensando que “la cosa va para largo”. Lo dicen así, en términos coloquiales, para ocultar que, en rigor, no tienen más precisiones al respecto. Pero el aislamiento obligatorio podría extenderse ser por otras dos semanas, hasta mediados de abril.

La definición depende, según pudo saber EL DIA en la residencia presidencial, de cómo evolucione la estadística de afectados del virus COVID-19 una vez que se descentralicen los estudios que confirman o descartan su contagio. Esta semana habrá, además del Instituto Malbrán, otros laboratorios en condiciones de hacer los test.

No es un dato menor: las autoridades piensan, con Alberto F. a la cabeza, que los casos positivos se podrían multiplicar en todo el país simplemente por el aumento de los testeos, algo que obligaría al Gobierno a extender la cuarentena. Los preparativos para ese escenario tomaron ayer la agenda oficial en la quinta de Olivos.

Con los anuncios que por la noche hicieron los ministros Martín Guzmán (Economía) y Claudio Moroni (Trabajo) apuntan a cubrir uno de los tantos baches que deja la cuarentena: el corte de ingresos para millones de familias -en este caso 3,6 millones de hogares- que deriva del dramático “parate” de la economía cuentapropista e informal.

Esa situación resulta evidente en todo el territorio argentino, pero preocupa especialmente en los municipios del Gran Buenos Aires, donde la situación social está atada con alambres. A tal punto, que los intendentes que ayer visitaron al Presidente en Olivos reclamaron lisa y llanamente el regreso del viejo conocido “bolsón de comida” para los barrios pobres.

La carencia alimentaria, sumada a cierta anomia que convierte al Conurbano en un polvorín en materia de seguridad, lleva también a los intendentes –no sólo los oficialistas, sino también algunos opositores- a requerir la presencia del Ejército para cuestiones de logística y de asistencia directa, con la impronta disuasiva que de los uniformes verdes.

Esa lógica primó en el Conurbano, justamente, cuando se impuso a la Gendarmería como una fuerza de soporte de la Policía bonaerense que terminó calando tan profundo en los municipios, que ahora los intendentes reclaman a la Nación más gendarmes que a la Provincia efectivos.

En el fondo, existe entre intendentes del PJ y Axel Kicillof alguna diferencia sobre las cuestiones de seguridad -que no se saldarían con el ministro Berni como intermediario- y que lleva a los jefes comunales a sentirse más contenidos por el Presidente que por el Gobernador. Ese clima político se respiró ayer en la quinta de Olivos.

Pero más allá de las rencillas dentro de la fuerza gobernante, lo que parece cada vez más claro es que la pandemia del coronavirus no será un rival fácil de vencer. Eso unifica a la dirigencia política como nunca antes se vio. Con esa fortaleza, el Gobierno prepara el terreno para extender la cuarentena. Un ministro clave del Gabinete se lo dejó entrever anoche a este diario.

 

 

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