Marina, la abuela de Gonnet que colorea la cuarentena con sus cuentos en la web

Por Hipólito Sanzone.

El "click" (porque siempre hay un click) fue la tristeza de Helena, verla en esa videollamada tapándose con la sábana, imaginando sus pucheros y sus lagrimas en brote. Se le había impregnado la desazón de los días por venir: "No te voy a poder ver, abuela, estoy triste"

Los días de la cuarentena recién empezaban y Marina Moiso (66) decidió salirles al cruce, no hacérsela fácil. Ante tanto gris por venir, desenfundó los colores, los suyos, los que lleva adentro.

Y así empezaron los Cuentos al Aire de la Abuela Marina que al principio fueron de exclusivo consumo familiar, pero bastó un solo reenvío de whatsapp para que se armara una cadena impensada que ahora tiene forma de canal de You Toube donde las historias de Marina van, vienen, emocionan y sorprenden a un público que ahora superó al auditorio original de sus nietas Helena (5), Emma (7, Charlo (4) y Constanza (10 meses) y van por toda la ciudad y siguen buscando horizontes en el mundo infinito de la web.

Y ya se sabe lo que pasa con algunas cadenas en tiempos de la internet y esta telefonía moderna. Los Cuentos al Aire de la Abuela Marina andan todo el tiempo por ahí, rompiendo la tristeza de la cuerentena de chicos pero también de grandes.

"Las enfermeras del Sanatorio Argentino me conmueven con sus audios. Si puedo ser capaz de entretener a esas mujeres, soy feliz", dice Marina con la que en estos días hay que andarse con mucho cuidado para hablar porque la emoción la desborda y cuando le vienen ganas de llorar, ella llora. 

Pero así como anda de lágrima en lágrima también anda desaparramando alegría. Se le nota que es dueña de un humor especial. "Tenía que venir mi vecino a traerme alcohol en gel y yo estaba disfrazada de la Coneja Julia. Me dije: ay, si este hombre me ve quién sabe que va a pensar".

La Coneja Julia y sus 17 Conejitos es uno de los personajes de los Cuentos de la Abuela Marina que no solamente los cuenta sino que los actúa, con trajes y disfraces hechos en casa, con lo que haya a mano. Marina revela que las maestras, sobre todo las jardineras, son de guardar cosas que para el resto de los mortales serían para tirar. Y entonces en cada armario hay un pedazo de papel metálico, una guirnalda, un cartoncito, una chapita, una cartulina que todavía se puede usar, unos lápices de colores para pintar el mundo del Canguro Julián (ojito, el que fue la Luna) o los bigotes y el parche del Pirata Mala Pata, que tal parece va camino a convertirse en una de las estrellas del programa.

"Hago malabares para pegar los disfraces y la escenografía. Hice kilos de engrudo pero no sirve para nada. No hay como  la Plasticola, pero ya no tengo más.", sentencia con la autoridad que le da haber sido maestra jardinera y directora del Jardín donde, dice, que todavía sigue allí su corazón: el 929 de 2 entre 37 y 38. 

"Cuando me jubilé empecé a estudiar teatro con Gastón Marioni y me convocaron para hacer Teatro Independiente. Estuve en varias obras", cuenta.

Y con esa fuerza que da la vocación, Marina relata y actúa sus cuentos que en algunos casos siguen la letra de sus autores originales, como María Elena Walsh o Antonio Requeni o en otros van por el camino que ella misma decide que vayan, poniéndo y sacando lo que su imaginación de abuela le sugiere. Total, el único fin es que "queden mejor" a los ojos y oídos de sus destinatarios. "En todos los cuentos queda una enseñanza. La Mariposa Colorinda enseña a lavarse las manos", apunta. 

Marina vive en Gonnet, en una zona donde los vecinos la conocen y la quieren. Y la casa, explica, se ha convertido en un set de filmación a control remoto. "Yo estoy sola en la cuarentena, bueno, en realidad con mi perro Ernestito, y desde afuera me dan instrucciones para que los videos salgan mejor. Que ponete acá, que acercate más allá, que la luz, que esto, que lo otro. Yo me río porque soy cero tecnología y todo lo estoy haciendo con un teléfono re antiguo que ya ni memoria tiene, tengo que andar borrando todo a medida que sube. Y ni hablar de la batería: no dura nada. Y ni te cuento las veces que se me cae al piso", se ríe.

Son días intensos, emocionantes para ella y para los que esperan sus videos. Cuesta creer que entre cuatro paredes alguien pueda volar tanto y tan lejos. "Se puede ser útil extrañando", dice Marina.

Los cuentos están dedicados y las dedicatorias vienen de una lista que se renueva a medida que "se corre la voz" sobre los Cuentos de la Abuela Marina. Y en esos pedidos hay historias y más historias. "Las mamás me cuentan que su nene está enfermo, que se cayó y se lastimó...en fin, para cada uno hay una dedicatoria especial".

Y así transcurre la cuerentena de la Abuela Marina.  Que cuenta la historia de Julián, el Gorrión de Plaza Moreno. Al que cuando se pueda habrá que ir a saludar para que siga contando historias.

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