Sin servicios y en viviendas precarias, la difícil cuarentena de 190.000 platenses

Son los que viven en los 240 asentamientos que hay en la periferia. Un estudio advierte sobre su difícil posición frente a la pandemia

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OMAR GIMÉNEZ

La copa de leche que había organizado María Claudia Colman Rodríguez en 526 y 78, ya no funciona. Toda la ayuda que recibía para proveerse se cortó cuando empezó la cuarentena. Y con ésta aparecieron otros problemas, dice María: “para los vecinos de este barrio aislarse resulta muy difícil. Hacemos lo posible y nos ayudamos unos a otros, pero hay casillas donde viven familias numerosas y se les complica. La gente se concentra en los patios, en los fondos de las casas, porque las viviendas no están preparadas para esto. Tratamos de arreglarnos para hacerlo lo mejor posible, pero cuesta. Tampoco conseguimos alcohol en gel ni lavandina, porque en los comercios del barrio no hay más y la policía no nos deja llegar hasta la avenida 520 para buscar. Además muchos no tienen plata para comprar estas cosas, porque este barrio vive de las changas de albañilería y del trabajo doméstico. Y ahora de eso no hay nada”.

La situación que describe María, con matices, se repite en muchos de los 240 asentamientos que se levantan en la periferia de La Plata, donde más de 190.000 personas, entre ellos 16.500 chicos, afrontan la pandemia y las medidas de aislamiento dispuestas, en condiciones de mayor vulnerabilidad que el resto de la población.

Así lo advierten desde el Observatorio Socioeconómico de la Universidad Católica de la Plata, donde agregan que la situación planteada por el coronavirus “profundiza una desigualdad no resuelta en décadas” y subrayan que hoy los habitantes de los asentamientos “quedan más expuestos y tienen menos herramientas al momento de enfrentar una pandemia”.

La pobreza multidimensional que afecta a estos barrios hace que, a juicio de los especialistas del Observatorio, “la estrategia de aislamiento obligatoria tenga que ser acompañada con más instrumentos de política pública, propios de una morfología social distinta”.

Al mismo tiempo se destaca como fundamental el rol que cumplen las instituciones e iglesias de barrio para garantizar la provisión, contención social y que las medidas implementadas sean lo más efectivas posibles.

Rodrigo Martín, licenciado en Economía y director del Observatorio Socioeconómico de la UCALP, destaca que en los asentamientos se dificulta cumplir con las medidas de prevención establecidas por la Organización Mundial de la Salud, tales como las de higiene o mantener la distancia social.

“Los requisitos de higiene son difíciles de cumplir para muchos de los barrios precarios. En el Gran La Plata el 60% de los hogares no tiene asegurado el suministro constante de agua potable dentro del hogar, a partir de la irregularidad de la conexión. Solo tienen un caño negro de plástico que pincha al caño maestro en la línea municipal más cercana y alimenta a varios hogares”, sostiene.

Cuarentena barrial

Por otra parte, también destaca que pocos hogares están preparados para que sus habitantes estén adentro de sus casas todo el día, ni tampoco para albergar a nuevos miembros de la familia que retornaron al hogar por distintos motivos ante la crisis. “Algunos vuelven con el objetivo de unir en un mismo hogar al tenedor de la transferencia del Estado con la que pueda sostener los ingresos hoy deprimidos por la carencia de otras entradas por changas”, sostiene el informe.

Estas carencias profundizan las condiciones de hacinamiento que en muchos casos tienen consecuencias también en la convivencia. Como resultado de esta situación y de la falta de estructura del hogar se termina constituyendo una suerte de “cuarentena barrial, con su propia cohesión social”.

Otro de los aspectos que destaca el trabajo es la profundización de la desigualdad que representa esta coyuntura en lo educativo.

“En el Gran La Plata el 70% de los habitantes de los asentamientos no tiene acceso seguro a la energía eléctrica. Allí las conexiones son precarias, inestables y tan peligrosas que en muchos casos solo permite la conexión de una heladera. La precaria instalación eléctrica y las malas conexiones a internet hace un factor de desigualdad ante esta cuarentena por no poder sostener un adecuado y continuo proceso educación (a distancia) por parte de los niños y jóvenes.

La situación planteada “profundiza una desigualdad no resuelta en décadas”

 

 

 

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