Inquietud por robos en las inmediaciones de varias escuelas

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En los últimos años, insólitamente, las escuelas se han convertido en escenarios inseguros, no sólo en el interior de los edificios, sino en las inmediaciones. La inseguridad y el miedo rodean a los alumnos, a docentes y auxiliares, así como, obviamente, a los padres, acosados todos ellos por las consecuencias de una seguidilla de hechos delictivos. Cabe señalar que son muy frecuentes los casos de inseguridad que sufren muchas escuelas del centro y la periferia, en una situación que debiera ser analizada a fondo por las autoridades policiales y educativas.

Sobre esta cuestión, muy seria por cierto, se informó en la edición de ayer de EL DIA, a raíz de lo que viene ocurriendo en los alrededores de cinco colegios de nuestra ciudad. Allí se reflejó que un motochorros lastimó a una alumna en un intento de robo, en un contexto en el que no paran los arrebatos callejeros a niños y adolescentes que concurren a establecimientos de esa zona, limitada por las calles 23 a la 28, desde la 62 a la 65.

Según los testimonios de vecinos ofrecidos, los robos son cada vez más violentos, ocurren a plena luz del día y, para peor, la policía de la zona no les da respuesta o, en todo caso, ofrece una explicación por demás desalentadora: “no tenemos móviles”. Entre quienes reclamaron se encuentra la madre de una joven escolar, que fue atacada por motochorros cuando se dirigía de la escuela a su casa. Los delincuentes tironearon de su ropa y la arrastraron para quitarle sus pertenencias. Afortunadamente, el incidente no tuvo un desenlace más grave, aunque lo que resulta prioritario es que tales hechos no se presenten.

Este asalto ocurrió a pocos metros del Instituto Bivongi, en 63 entre 25 y 26 pero también se conocieron reclamos por ataques a alumnos de otros establecimientos cercanos como el Mater Dei, el San Pío y el Santa Teresa. También en la zona funcionan la Escuela 55 y la Escuela 42. Desde luego que el corolario de todo es el lógico temor que embarga a los alumnos, a padres y a docentes de esas escuelas.

Tal como se ha señalado, está claro que las escuelas no pueden verse condicionadas por la inseguridad reinante. Además, las comunidades educativas no dejan de ver y padecer, con impotencia, que muchas veces sus esfuerzos por mantener a los edificios escolares, se malogran por los robos y saqueos que suelen sufrir esos centros educativos.

Corresponde comprender y avalar los reclamos de los distintos vecindarios, para que la Policía intensifique los patrullajes y profundice tareas de prevención y de investigación que permitan garantizarle normalidad a la vida de las escuelas –cuyos cursos lectivos recién se inician- y con muchas de ellas ubicadas en barrios caracterizados por carencias y necesidades socioeconómicas de toda índole.

Lo cierto es que se está frente a un problema que ha adquirido una dimensión más que preocupante. La alternativa de incrementar en forma ostensible los márgenes de seguridad de los barrios en que están ubicadas esas escuelas –dotando a las calles vecinas de cámaras de seguridad- sumada a una imprescindible y mayor presencia policial, podrá, acaso, revertir el panorama de indefensión en que se encuentran, que es incompatible con las altas finalidades de la educación pública.

 

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