Un platense en Beijing: cómo se vivió la cuarentena en la cuna del coronavirus
Edición Impresa | 12 de Abril de 2020 | 03:32

Martín Cabrera
mcabrera@eldia.com
Entre La Plata y Beijing hay 19.320 kilómetros, 11 horas de diferencia horaria y dos meses de ventaja respecto a la pandemia que viene castigando al planeta. Dos mundos cultural, política y económicamente diferentes unidos por este problema. Y por Ariel Zaritzky, un platense que lleva tres años radicado en la capital del gigante asiático. Conozcamos su historia y vivencias.
Luego de unas breves vacaciones en Argentina regresó en febrero a Beijing, en donde se encontró con una ciudad que había perdido su habitual descontrol de gente para evitar la propagación del virus. Era otra. La pandemia había crecido con el inicio de nuestro 2020. “Acá no fue como en Wuhan, que realmente estuvo cerrada y paralizada, pero cambió nuestra manera de vivir”, comenzó con la descripción en uno de los pocos momentos comunes respecto al horario entre China y Argentina.
La semana pasada, casi tres meses después, Wuhan levantó su cuarentena. Pasó de tener 68.000 casos a 500 activos. Fallecieron 3 mil personas y se vivieron los momentos más terribles de toda la pandemia. Una tragedia imposible de olvidar. Beijing, que también lo sufrió, empezó a liberar sectores restringidos y la vida, de a poco, vuelve a ser la de antes. Van quedando cada vez menos registros de la dura cuarentena.
Zaritzky, diplomático argentino allí, contó que en la capital se cerraron las escuelas, shopping y cines, así como otras actividades comerciales que implicaban el contacto directo entre las personas. “De hecho no hay clases desde el 24 de enero y todavía no tienen fecha de regreso”.
De todos modos advirtió que la actividad tuvo algo de ritmo, como buena parte de la administración pública y privada, los comercios de alimentos, farmacias y transporte público. “Como en Argentina, pero con otro sentido cultural, porque los chinos son muy ordenados y obedientes”.
Aun así se redujo notoriamente la fotografía de la ciudad. Las avenidas y autopistas lucieron casi vacías, lo mismo que el tráfico de personas de un lugar a otro. Por eso bajó la concentración de smog y otra vez se pudo respirar. Por un lado porque las medidas del Gobierno fueron concretas, pero por sobre todas las cosas porque los chinos están educados de otra manera. “Imposible ver a una persona fuera de su lugar de trabajo, tanto en la zona más administrativa como en las afueras. De casa al trabajo y del trabajo a casa”.
Un dato que no pasó desapercibido en la charla vía WhatsApp es que los restaurantes no cerraron sus puertas. Algunos siguieron trabajando con hasta tres personas por mesas, pero con escasa presencia de público. ¿Una particularidad? Que en todos ellos se anotaban los nombres de los comensales, para tener un control de las personas que habían pasado por allí y para avisarles si recibían el dato de que uno de los presentes se había contagiado. El comercio gastronómico continuó, básicamente, por delivery, “la vedette de la cuarentena”.
“Cada centro administrativo con varias puertas dejó funcionando sola una para que todos los que ingresaran pudieran registrarse. Y así tener la información de las personas que por allí habían pasado”, puntualizó y contó que todos los ascensores de los principales edificios de Beijing fueron protegidos con plásticos descartables en los botones de los números, o bien con pañuelos para utilizar a la hora de tocar un sector común.
Además retrató cómo se respetó el aislamiento social en la calle y en cada comercio. Los supermercados, por ejemplo, marcaron con cintas amarillas en el piso dónde debía pararse cada cliente a la hora de hacer una cola o para la compra propiamente dicha.
“Los taxis y Uber se acondicionaron rápidamente para que no dejen de usarse. Se impermeabilizaron los interiores y hubo mucho control e higiene entre pasajero y pasajero”, reveló.
¿Qué pasó con las personas que tuvieron síntomas? Todos quienes manifestaron síntomas fueron testeados en sus hogares. En caso de dar positivo, trasladados a los hospitales, sin importar la edad o factor de riesgo. Por eso se construyeron tantos nuevos hospitales. “Por suerte, en lo personal, nunca tuve ni un solo síntoma”, celebró.
Algo curioso de lo vivido en la cuarentena fue el método implementado por algunos comercios, como farmacias, kioscos o jugueterías. “Los permanecieron cerrados, sus dueños dejaron los productos en la puerta, en estanterías. Si te interesaba algo lo retirabas y te lo llevabas, pagando con el código QR. Nadie se atrevería a llevarse lo que no le pertenece”, dijo.
En Beijing no se discutió el uso del barbijo como ahora en Argentina. “Acá lo usaron todos, pero no por lo sucedido ahora sino desde cuando explotó la gripe h1n1 de 2009. Es más, cada vez que una persona está resfriada sale a la calle con barbijo, para no contagiar al resto. Es algo habitual”.
Entre las particularidades que contó desde Beijing está la campaña del Gobierno para reducir el consumo de carne de animales no convencionales, caso murciélago, serpiente, gato y roedores, entre otros (se presume que por esta ingesta comenzó todo). “Hubo una campaña muy fuerte en la vía pública y en la TV para mostrar los peligros de ese consumo. ‘Los animales son amigos, no comida’ fue la leyenda que acompañó las imágenes en grandes carteles electrónicos en las calles”, reveló en su relato, pero hizo hincapié que un porcentaje mínimo de la población es la que come ese tipo de carne.
Así como en la Argentina hay lugares reducidos en donde la carne de yacaré, mulita, llama y otros animales son comestibles, en China también está a la venta comida que en nuestro país nadie se atrevería a oler siquiera.
SU AMOR POR ESTUDIANTES
Lo que no pudo dejar en la Argentina fue su amor por Estudiantes. Llevó sus camisetas, banderas y pasión al Oriente. A tal punto que rastreó otros platenses desperdigados por la zona para armar un grupo. Y, en la medida de los posible, trata de no perderse ningún partido.
“El cambio de horario lo convierte en otra aventura. Busco alguna web que lo transmita, sigo el minuto a minuto, pregunto por WhatsApp o escucho la radio porque son 11 horas de diferencia, pero siempre trato de seguirlo”, contó.
“El ADN del club representa muchas cosas. Siento que si me pongo la camiseta tengo a mis amigos conmigo. La diplomacia representa la voluntad de construir puentes entre culturas y el fútbol es un idioma universal. Estando de acuerdo o discutiendo, nos une”, contó tiempo atrás al sitio oficial Pincha. En su reciente paso por La Plata estuvo de visita por el Country y volvió a ver a Javier Mascherano, a quien había conocido en China.
Zaritzky está en Oriente. Vivió su sufrió el paso del coronavirus. Hoy lo empieza a ver como una anécdota que nunca más olvidará. Pero ya está listo para seguir trabajando y aportar lo suyo para darle una mano a sus compatriotas, entre ellos a su familia y amigos en el barrio del Parque Saavedra.
“En China no se discutió el uso de barbijos. Desde la gripe de 2009 que las personas con un síntoma se lo ponen”
Ariel Zaritzky, platense radicado en Beijing
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE