El coronavirus y la cuarentena ya cambiaron hábitos de miles de platenses

Marcada distancia en las colas de supermercados y farmacias. Pasajeros que suben por la puerta de atrás de los micros. Plazas desiertas. Y el temor a volver a dar un beso o un abrazo

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El coronavirus está entre nosotros y la mejor forma para evitarlo es cumplir a rajatabla con la cuarentena obligatoria ordenada por el Gobierno. De por sí, el hecho de quedarse en casa implicó un quiebre con la casi siempre ajetreada rutina, marcada por el ritmo laboral, el estudio y los trámites. Pero tarde o temprano hay que salir de casa, ya sea para comprar alimentos, ir a la farmacia o atender una urgencia médica, lo que a veces requiere desplazarse en medios de transporte como por ejemplo el micro.

Para estos casos en los que es necesario salir del hogar, ya se observan cambios de hábitos verdaderamente rotundos. En almacenes y supermercados el público ya no va de un lado a otro de los pasillos chocando changuitos o canastos, porque con las precauciones que han tomado los comerciantes, los ingresos son ahora más bien limitados, de apenas unos pocos, y la gran mayoría debe aguardar su turno afuera, en la vereda.

La vieja charla de fútbol, política o los chusmeríos de barrio quedaron para otro momento. Ya no hay grupos de hombres o mujeres entre góndolas ni en la puerta. Tampoco el amigo del kiosquero que iba a tomar unos mates para amenizar las tardes o mañanas.

Si ahora es cada vez mayor la cantidad de personas que ya no van al supermercado para hacer las compras, sino que prefieren hacerlo por WhatsApp para evitarse el contacto con otras personas y con productos de dudosa procedencia.

En algunos casos, los de mayor riesgo, el delivery ni siquiera logra tener contacto con el cliente, sino que el pago y retiro de mercadería se realiza por separado. Se deja la tarjeta o el dinero en un lugar y luego los compradores hacen lo suyo.

Así, la postal que va dejando la calle es muy diferente a lo que ocurría hasta hace tres semanas. En esas filas que nacen en las puertas de los negocios y que pueden ser muy largas, la gran mayoría respeta la distancia de metro y medio sugerida por las autoridades sanitarias. Pero eso no es todo, ya que muchos locales cuentan en la entrada con improvisados lavatorios para que los clientes cumplan con uno de los mandatos básicos que impuso el virus debido a su fácil transmisión: lavarse las manos.

Este panorama puede verse en otros lugares, como en los cajeros automáticos o en la parada de los colectivos. Estos últimos, a su vez, lucen semi vacíos, ya que los pasajeros se sientan muy distanciados uno de otros. En estas unidades de transporte, además, ya es obligatorio que la gente viaje sentada. Y, como si fuera poco, el acceso a los micros debe realizarse por la puerta trasera. La idea, como en todos los casos, es cuidarse lo máximo posible del COVID-19.

También las veredas lucen muy diferentes, sobre todo en el centro de ciudad, donde hasta hace algunos días eran propiedad exclusiva de peatones que iban y venían de sus actividades diarias o para hacer compras o negligencias. Ahora, en cambio, estas aceras son corredores de permanente vigilancia de policías, que velan para que se respete la cuarentena y el virus no gane terreno entre nosotros.

La fotografía se completa con bares, restaurantes y centros comerciales cerrados. La (poca) gente que camina por las calles lo hace con miedo y alejada de los demás. Le ha pasado a todos: cruzarse con alguien y sentir que esa persona se aleje unos metros como si fuera a recibir una descarga eléctrica. Tan triste como real.

El distanciamiento social también está dentro de casa. Es verdad que las familias han tenido que hacer tareas con los más chicos, se han sentado con adolescentes para estudiar geografía e historia y muchos han cocinado desde tortas hasta pastas. Pero también buena parte ocupa horas y horas mirando sus celulares, sin saber qué es lo que está ocurriendo a su alrededor.

La actividad deportiva, ¿qué pasará en u futuro?

La cuarentena aisló todavía más a los veteranos de los centros deportivos. Lo que a antes era un desafío, lograr que los abuelos salgan a caminar por el barrio, ahora asoma como una tarea por demás difícil. Sin lugar a dudas uno de los desafíos a futuro.

Del mismo modo con aquellos que realizan actividad deportiva. Está claro que el regreso a la actividad no será tan rápida como muchos imaginan, por un lado porque existirán restricciones pero también por el temor de los padres de exponer a sus hijos al contacto masivo, y mucho más en aquellos deportes de contacto como el fútbol, el rugby o el basquet, sólo por citar tres.

Esa distancia sin lugar a dudas dejará su huella. Los argentinos siempre fuimos muy cercanos, mucho más que otras sociedades. No era frecuente ver a dos hombres besarse a modo de saludo. En un futuro, ya no son pocos los que advierten que dejará de ser algo cotidiano. Ya nadie se da la mano y la bienvenida asoma a la distancia. ¿Volverán los abrazos como moneda corriente?

Por lo menos hasta el próximo 12 de abril los platenses deberán permanecer aislados en sus hogares y convivir con estas nuevas disposiciones que alteraron nuestras conductas y rutinas. Será cuestión de tiempo saber si la situación de guarecimiento social derivada de la presencia del virus continuará más allá de la fecha establecida.

 

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