Una oportunidad para reinventar la escuela y los medios

Edición Impresa

Luciano Sanguinetti

lpsanguinetti@gmail.com

 

Cuando Platón escribió el Fedro (año 370 a. C:), el diálogo socrático sobre el amor y la belleza, en el que discute la utilidad de la escritura, sólo un pequeño puñado de ciudadanos atenienses pudo descifrar sus teorías. Probablemente no muchos más de los que pudieron escucharlo. Según lo que hoy sabemos, en la antigua Grecia, solo el 0,5 por ciento de los habitantes tenía algún grado de alfabetización.

Dos mil años después, en plena transición entre el mundo feudal y el moderno esa cifra había crecido al 5 por ciento. De una población aproximada de 100 millones de personas, en Europa, 5 millones eran las que podían descifrar y comprender un texto impreso.

Recién en siglo XIX, la lectura se volvió popular, con la aparición de los folletines, la escolarización primaria obligatoria y la incorporación del público femenino. En la segunda mitad del siglo XIX, las aventuras noveladas de Julio Verne, aquellas en las que sus héroes daban la vuelta al mundo en 80 días o llegaban al mismo centro de la tierra, tenían tiradas de más 25.000 ejemplares, y según estadísticas oficiales, en el mundo occidental, el 90 por ciento de la población podía poner su rúbrica en un documento.

En el siglo XX, el cine, la radio y luego la televisión, transformaron profundamente los modos de consumo cultural. En la época de auge del cine de Hollywood, entre la década del 30 y del 40, los norteamericanos asistían a una sala 3 veces por semana.

En la segunda mitad del siglo XX se impulsaron la formación secundaria y la universidad. Hoy contamos con más de 57 universidades nacionales en todo el territorio argentino y cerca de 2 millones de alumnos cursan algún tipo de formación de grado. No hay que olvidar en este proceso de expansión de la educación pública que la obligatoriedad del ciclo secundario fue consagrado recién en 2005 en la Argentina.

A principios del siglo XXI, el acceso a la información, sea a través de libros, pantallas, aplicaciones y redes sociales, ha crecido exponencialmente.

“El nivel de alfabetización mundial supera el 80 por ciento y el nivel de escolaridad para el nivel primario, el 90 por ciento”

El último Super Bowl tuvo una audiencia en simultáneo de 100 millones de espectadores, mientras que la final de 2018 del mundial de fútbol en Rusia alcanzó la cifra de 1.200 millones de televidentes; en el caso de los libros, las cifras no son mucho menores: la saga de Harry Potter llega a 500 millones de ejemplares, y el nivel de alfabetización mundial supera el 80 por ciento. Sólo en algunos países de Africa desciende al 70 por ciento. Y los niveles de escolaridad han superado el 90 por ciento, para el nivel primario.

La brevísima descripción que hicimos de la extensa historia de las formas en que circula, en el mundo contemporáneo, la información y el conocimiento, pone de relieve las dos tecnologías con las que hoy se transmite la cultura: la escuela y los medios.

En los próximos días el gobierno nacional dispondrá la vuelta a clases presenciales, en el marco de las políticas de “nueva normalidad”, ajustándose a un protocolo de distanciamiento social preventivo. Probablemente las aulas se verán ocupadas en forma alternada, los patios estarán menos poblados y habrá que ingeniar algún malabar para que los pibes y las pibas no se den la mano, ni se abracen.

De algún modo esta circunstancia excepcional vuelve a poner en evidencia, lo que muchas veces olvidamos: la escuela es una tecnología relativamente joven. Es cierto, un poco más vieja que la televisión o Internet, pero no hay que naturalizarla. Como señaló hace poco el pedagogo italiano, Francesco Tonucci, es una oportunidad para reinventarla. Pero también a los medios.

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