Ocurrencias: chinchulines y confesiones

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Por: Alejandro Castañeda
 

afcastab@gmail.com

Un concejal de alma parrillera, presentó un proyecto en Plaza Huincul para poder hacer “asados seguros”, sabrosos y precavidos. Explicó que su protocolo apela a la “responsabilidad social” y que permitirá llevar a cabo, sólo los fines de semana, un “encuentro social gastronómico controlado” sin riesgos de contagio. En los fundamentos hay algunas obviedades: que “el barbijo solo se podrá sacar a la hora de ingerir los alimentos”; y que hay que designar un “anfitrión y/o responsable” de la comilona, que detallará el nombre de los asistentes -el límite es hasta diez personas- así como menú, día, horario y lugar de la reunión. “Los invitados deberán tener puesto el tapaboca y respetar la distancia social de un metro y medio entre ellos”. Nada de andar revoloteando. Sólo de a uno se podrá ir a curiosear a la parrilla. Y el que estornuda, vuelve al auto. ¿Se viene el hisopado de chimichurri?

Un concejal parrillero presentó un protocolo para poder hacer “asados seguros”, sabrosos y precavidos

El cura de Tolosa quiere que la feligresía recurra al cielo en vez de encomendarse tanto a los jabones

Un hombre de Villa Allende que andaba armado se presentó ante la comisaría y les solicitó a los policías que lo detuvieran. No quería regresar a su casa. Confesó estar “cansado” de la convivencia con su pareja y expresó su temor a llegar a matarla. Extrañaba la casa materna, dijo, pero como estaba lejos, antes de viajar prefería desahogarse en algún calabozo. A las pocas horas fue liberado y se le ordenó que se trasladara a otro domicilio. Es una conducta que el feminismo sabrá valorar: la de asumir la distancia, tan en boga estos días, como actitud preventiva. El tipo sólo pedía volver junto a esa ama de casa que nunca exigirá permisos ni tobilleras. Y así convertía al edipo en un atajo contra la violencia de género. Otro hecho de similares características sucedió en la misma localidad dos días después cuando otro vecino fue abordado por un móvil policial. Al solicitársele el permiso de circulación, el hombre comentó que no lo tenía y le informó a los oficiales que se dirigía a la casa de su madre, porque no aguantaba más a su mujer.

Estos cordobeses parecen haber alcanzado el famoso pico de hartazgo. Y temiendo que la curva de la bronca siguiera escalando, decidieron ponerle barbijo a la pareja y hacer la cuarentena encerrados con la mami, un ama de casa que nunca acecha con trapos y escobillones. Los policías no lo detuvieron y lo autorizaron a que se fuera a lo de su madre. El fiscal Raúl Garzón comentó que estas situaciones “son cada vez más comunes y que tienen que ver con la pérdida de libertad”, evitando tener que fallar entre compañeras exigentes y madres aguantadoras. Solo las paredes saben cómo llegó a esos hogares este otro virus, el del hartazgo, que ha contagiado miles de parejas y para el que tampoco hay cura ni vacunas.

Causó revuelo el audio del sacerdote Julio Veliche, del colegio Nuestra Señora del Carmen, de Tolosa, que convocaba a los fieles en plena cuarentena. En su mensaje avisaba que este fin de semana el templo se abriría, que se realizarían bendiciones y se podría comulgar. Pero el Arzobispado no lo autorizó. El sacerdote Veliche acabó reconociendo que ir a la iglesia le parecía un riesgo, pero no mayor al que se corre cuando se sale por otros motivos. El pastor tolosano parecía buscar que la feligresía recurriera al cielo en vez de encomendarse tanto a los jabones. Y de paso agregaba que ese lugar dispone de trapos de piso con lavandina, alcohol en gel y un espacio “enorme” para los asistentes. Aclaró que no iba a dar misa y que las confesiones las tomaría a más de un metro y medio de distancia. ¿Indiscreto, no? Hay que animarse a ventilar los pecados en voz alta. Pero a la hora de lavar la conciencia, ¿los confesados podrían elegir entre la penitencia y la lavandina?

En los últimos días, circuló otro audio correspondiente a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de La Anunciación, en Ringuelet, en el que se invitaba a los vecinos a participar hoy de una misa, pero finalmente se desestimó la idea. Aunque se le comunicó a la gente del barrio que el cura párroco y un monaguillo recorrerán la zona para visitar a quienes quieran recibir la eucaristía. Un delivery entre servicial y sacro que intenta alimentar el espíritu entregando a domicilio una vianda de fe y esperanzas.

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