La otra pandemia: mayores discriminados

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Por SILVIA GASCÓN (*)

La Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 15 de junio de 1999 el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, para hacer visible la situación por la que atraviesan muchas personas mayores en el planeta.

Este año nos encuentra atravesando una Pandemia que nos muestra de manera casi obscena la presencia de un virus, que como tantos otros se ensaña con los más débiles.

Casi como una paradoja afecta con más fuerza a la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, las más ricas del país, pero también las más contaminadas y contaminantes, las más agresivas, desiguales y violentas. Imposible no vincular el virus con lo que ha estado pasando y pasa. La explosión del virus desenmascara todo lo que venimos haciendo mal. Nos obliga a pensar hasta cuando consideraremos “normal” vivir bajo unas reglas de juego que privilegian a algunos y condenan a la mayoría a la exclusión y la pobreza.

Las personas mayores padecemos, con diferencias, dos vulnerabilidades. Una biológica, porque así como el virus puede ser asintomático en otras edades, su efecto en personas mayores especialmente aquellas con enfermedades prexistentes, puede ser letal. Pero este riesgo biológico se ve agravado por otra vulnerabilidad, la social, ya que por el sólo hecho de haber alcanzado una determinada edad, esta población se encuentra expuesta a sufrir el avasallamiento de sus derechos fundamentales. De hecho las personas mayores requieren un esfuerzo adicional para incorporarse a los sistemas sociosanitarios y se encuentran más propensos a la exclusión social.

Vivimos en una sociedad impregnada de “viejismo” o “edadismo”, término acuñado para identificar la discriminación y estereotipos asociados a la edad que nos presentan una imagen negativa de la vejez asociada a la enfermedad, discapacidad. Como seres carentes de autonomía, asexuados, aislados, improductivos y sin probabilidad de seguir aprendiendo. Esta visión sin dudas tiene repercusiones en las políticas públicas y los sistemas de atención y genera actitudes muy perjudiciales incluso, en las propias personas mayores.

La epidemia de COVID-19 develó crudamente esta situación, pone a los mayores en agenda, pero lo hace desde el lado de su vulnerabilidad. La frecuente infantilización y sobreprotección expresada a través de frases como “Cuidemos a los abuelos” o “nuestros mayores” lo expresan claramente y asimila a un grupo cuya principal característica es la heterogeneidad, como si fuera un “colectivo” único.

La edad por sí misma, no es una variable para caracterizar a una persona y tampoco debe ser un criterio para asignar recursos. Imprescindible señalarlo.

La Pandemia no es solo un hecho sanitario, es sobre todo un hecho social, que nos replantea nuevas formas de vida, cambios en las instituciones, normas y valores vigentes.

Vivimos en una sociedad impregnada de “viejismo” o “edadismo”

 

Las personas de 60 años y más es el grupo que más de acuerdo está con la Cuarentena y más del 60 % se ha quejado del control externo. A través de los años hemos cuidado y nos sabemos cuidar.

Pero ya no hay alternativa es hora de que las propias personas mayores tomemos el control de nuestras vidas, exijamos se respeten nuestros derechos y demos otra vez una lucha por un mundo más justo para todas las edades. Estoy segura que nuestros hijos y nietos nos acompañarán

Que este 15 de junio aumente la conciencia acerca del buen trato y respeto a la vejez.

 

(*) Directora del centro de Envejecimiento Universidad Isalud. Presidenta de la Red Mayor La Plata

 

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