La salud de los médicos se resiente entre el riesgo al contagio y la crisis laboral del sector

Cada vez más profesionales sufren ataques de pánico, depresiones y estrés crónico por el duro contexto que les toca enfrentar hoy

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Por NICOLÁS MALDONADO

nmaldonado@eldia.com

“El que no está estresado por el miedo permanente de agarrarse COVID en el hospital y llevarlo a su casa hoy vive la angustia de no saber cómo va a llegar a fin de mes. Entre que algunas clínicas redujeron los sueldos y los consultorios privados no caminan porque la gente no va, la situación se ha vuelto desesperante para la mayoría de los colegas”. Con estas palabras resumía ayer un médico con 30 años de carrera la difícil situación que le toca atravesar por estos días a su sector, una situación que emerge cada vez más como la oscura contracara del aplauso popular.

“Las preocupaciones y la pauperización del trabajo profesional que trajo aparejados la pandemia han venido a sumarse a la crisis ya conocida que viene padeciendo nuestro sector desde hace ya varios años por la judicialización del acto médico y el pluriempleo al que debe recurrir la mayoría para sostener la economía de su hogar”, explica el presidente de la Agremiación Médica Platense, Jorge Varallo, al reconocer que “son crecientes las manifestaciones de burn out”.

Ya de por sí mucho más frecuente entre los médicos que en otras profesiones, el Síndrome de “burn out” (en inglés, “quedar quemado” por un estado mental que se traduce en la sensación de no poder más) parece venir agravándose de la mano de la pandemia entre los profesionales de la salud.

“Han empezado a manifestarse cada vez con más frecuencia situaciones como ataques de pánico, estrés permanente, depresión y malestar familiar. Es importante que las personas con poder de decisión lo sepan y hagan algo para ayudar a los médicos a seguir adelante”, coincide en señalar Diego Fabiano, el secretario general del Sindicato Médico AMRA en la Ciudad.

Fabiano no duda al describir el complejo contexto que ha llevado a que se resienta la salud de quienes precisamente más deben velar por la salud de la comunidad. “Los colegas están padeciendo un momento económico muy delicado, sobre todo aquellos que se dedican a la actividad privada y no tienen un ingreso fijo. Como el miedo de la gente al COVID ha mermado las consultas, hay médicos que ya han tenido que abandonar sus consultorios porque no pueden afrontar el alquiler. A su vez a muchos compañeros que trabajan en sectores donde también ha mermado el trabajo, como las unidades coronarias, les han reducido la cantidad de horas con lo cual se les ha bajado el sueldo”, comenta el dirigente sindical.

“Mientras los médicos que actúan en la contingencia están expuestos a un riesgo elevado de contagio, aquellos cuya actividad se ha visto anulada o restringida por la pandemia han sufrido una abrupta disminución de sus ingresos”, explica también Jorge Varallo, quien prevé un panorama desalentador.

“Es posible que algunos consultorios y centros de atención primaria donde la actividad cayó terminen colapsando con la consiguiente disminución de la accesibilidad para la población. A su vez, los puestos de trabajo que el sistema de salud privada pone al alcance del personal calificado van a verse drásticamente disminuidos con el cierre de las instituciones, afectando la estabilidad laboral de todo el equipo de salud”, augura el presidente de la AMP.

“En este momento tan difícil que nos toca afrontar, los médicos necesitan, no el reconocimiento de la gente, que ya lo tienen, sino una urgente intervención del Estado y los financiadores para salvaguardar la actividad que tanto se ha descuidado en los últimos tiempos”, dice también Jorge Mazzone, el presidente del Colegio de Médicos del distrito local.

En relación al principal financiador de la salud en la región, IOMA, desde la Agremiación Médica señalan que “la falta de actualización de honorarios, que ha provocado una diferencia abismal con los demás financiadores, está generando un malestar creciente entre la comunidad médica que ya evidenció su hartazgo a fines del año pasado cuando las anteriores autoridades dieron por tierra con la actualización de un nomenclador de más de 60 años de antigüedad”.

“Es frente en este contexto -sostienen desde la AMP- que hoy más que nunca hace falta evaluar de manera conjunta entre financiadores y prestadores de la salud las diferentes aristas y alcanzar respuestas inmediatas para subsanar la situación”.

 

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