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El tema se instaló la última semana en reuniones clave, cuando crece el número de muertes e infectados en el país y hay incertidumbre acerca de la evolución de la crisis sanitaria. Análisis y testimonios de los protagonistas
El equipo de enfermería de un hospital platense en un espacio de reflexión sobre el trabajo en pandemia
Omar Giménez
ogimenez@eldia.com
“Ayudame. No me quiero morir”. Lúcida, con una voz poco expresiva en la que el rasgo más notorio era una cierta dificultad para respirar, la señora mayor le dijo esas palabras a Carolina Estelita, kinesióloga intensivista del hospital San Martín, cargando en la mirada todas las emociones ausentes en su voz. Una mirada impregnada de angustia que fijó por unos segundos en los ojos de la médica platense.
Como muchos pacientes afectados por el coronavirus que llegan a la instancia de necesitar un respirador artificial, la mujer no mostró una buena evolución. Su salud se fue deteriorando rápidamente mientras el recuerdo de aquella mirada y aquella escueta frase reaparecía con fuerza en la memoria de Estelita, una y otra vez. Finalmente todos los esfuerzos resultaron estériles. La señora murió y su nombre pasó a engrosar las estadísticas de las víctimas fatales del coronavirus en la Ciudad, la provincia, el país. Ese día la doctora Estelita terminó otra extenuante jornada de trabajo con un nudo en la garganta. Repitió los estresantes protocolos para salir de terapia, para ingresar en su hogar. Ya en su casa saludó a sus hijos, compartió la cena y los comentarios del día con su marido también médico. Sólo después de eso se permitió llorar. Y lloró como nunca antes, en sus 15 años de carrera con el recuerdo presente de los ojos angustiados y aquella frase suplicante. Para la médica, una característica de la actual crisis sanitaria es que, salir angustiada de una guardia, aunque en distinto grado, es hoy cosa de todos los días.
Carolina Estelita
(Kinesióloga intensivista)
“Nunca cortás. Desde el final del verano la lucha contra el coronavirus es de todos los días, sobre todo para kinesiólogos, médicos y enfermeros intensivistas, que somos pocos, La angustia es de todos los días como el miedo a contagiarse o contagiar”
La lucha contra el coronavirus no da tregua ni en lo físico ni en lo emocional a quienes están en la primera línea contra la enfermedad viviendo jornadas en las que exigencias laborales y de seguridad se multiplican. Se trata, dicen, de un enemigo cuyo comportamiento es difícil de predecir, al que hay que enfrentar en el marco de un sistema estresado, sometido por estos días a una constante sobredemanda y sin ninguna certidumbre a la vista: ni siquiera se sabe si se llegó al pico, cómo va a ser ese pico, cuánto va a durar.
En este marco, crece la preocupación por el impacto emocional de la crisis sanitaria en los equipos de salud, sobre todo en aquellas áreas que enfrentan a diario al coronavirus, como las terapias intensivas o los servicios de emergencia.
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La última semana esa inquietud apareció expuesta en varias oportunidades clave: fue planteada por epidemiólogos en la reunión que mantuvieron con el presidente Alberto Fernández, formó parte de un reclamo hecho por los gremios de la salud pidiendo que mejore la situación laboral de los médicos, enfermeros y auxiliares y se refirió a ella el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
Esas alusiones se produjeron en una semana en la que el coronavirus volvió a registrar marcas inéditas tanto de contagios como de muertes en todo el país, al tiempo que el impacto de la pandemia se hace sentir cada vez más fuerte en el sistema de salud. Una situación que se da en un escenario incierto en el que nadie sabe por cuánto tiempo se puede extender una situación de alta exigencia, sobre todo para aquellas especialidades críticas, como las de intensivistas o kinesiólogos, que escasean.
Carolina Estelita, que se desempeña como jefe de sala de Kinesiología del Hospital San Martín y trabaja también como kinesióloga de la terapia del hospital Cosme Argerich cree que estamos entrando en el pico de la pandemia. Y no duda cuando se le pregunta cómo se ve una vez superado ese pico: “me veo quemada. Totalmente quemada”, dice aludiendo al síndrome de “burn out” (quemado), un trastorno muy común entre los médicos que tiene como síntomas más comunes la depresión y la ansiedad.
La misma percepción es compartida por otros profesionales que advierten sobre el creciente estrés que afecta a los que están en la primera fila contra el virus.
Es un estrés que se relaciona con los estrictos protocolos de seguridad (en los que una falla puede implicar un contagio); con el cambio de los rituales que impuso la enfermedad (los pacientes no tienen más compañía que el equipo de salud, al no permitirse la entrada de familiares, lo que incrementa las tareas de contención, al tiempo que desaparecieron ámbitos médicos donde se canalizaba naturalmente la angustia, como el de la cena compartida en las guardias); con el impacto que producen los aislamientos, contagios y muertes de compañeros (se estima que el 6% de los contagiados hoy en la Provincia son médicos) y con los desafíos que plantea una enfermedad completamente nueva y para la que no hay tratamiento probado.
Es así que de la mano de estas situaciones aparecen otros sentimientos potenciados, como la angustia, la impotencia o la incertidumbre.
Rosa Reina es presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva y dice que la situación dada potencia el temor a contagiarse, el estrés ante los nuevos protocolos y sobre todo la angustia. Y apunta otros riesgos asociados a la fuerte demanda laboral y al impacto emocional: la posibilidad de cometer errores se incrementa.
Rosa Reina
(Presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva)
“Uno de los problemas más serios de la tensión permanente y el estrés que supone esta crisis sanitaria es que pueden favorecer el error”
Pablo Maciel, secretario gremial de CICOP, la entidad que nuclea a los médicos, subraya, a su vez, el impacto de este factor sobre el riesgo de contagio: “un profesional sobrecargado de trabajo y estresado, que además está expuesto a altas cargas virales tiene más posibilidades de infectarse, porque se ve afectada la capacidad de respuesta de su sistema inmune”, sostiene.
Pablo Maciel
(Secretario gremial CICOP)
“Ya tenemos muchos contagios y nos preocupa que la angustia, la sobrexigencia y el estrés repercutan en el sistema inmune de trabajadores expuestos a altas cargas virales”
Mientras esta preocupación crece entre los profesionales y los gremialistas, varias iniciativas apuntan a ofrecer respuestas. Desde la Subsecretaría de Salud Mental del ministerio de Salud, su titular, Julieta Calmels, indica que desde antes que la pandemia se iniciara se puso en marcha un programa llamado “Cuidar a los que cuidan” a través del cual un grupo multidisciplinario recorre hospitales ofreciendo un espacio para poner en palabras los problemas emocionales derivados del manejo de la pandemia. Paralelamente, muchos hospitales que cuentan con servicio de salud mental se ocupan del ámbito interno acompañando al equipo que lucha contra la COVID-19. Al mismo tiempo, se trabaja para dar mayor participación a los comités de ética para que la resolución de situaciones límite no quede sólo en manos de los médicos de la primera línea, como los intensivistas.
Julieta Calmels
(Subsecretaria de Salud Mental)
“El médico solo no puede sostener la complejidad de esta situación, por eso ofrecemos programas oficiales de acompañamiento psicológico. El anuncio de la vacuna empieza a construir un horizonte de salida”
“El integrante del equipo de salud solo no puede sostener la complejidad de esta situación”, sostiene Lamels y agrega “y cuando hablamos de equipos de salud hablamos de todos los que participan de esta crisis, desde médicos y enfermeros al personal de limpieza”.
“La crisis trajo un crecimiento del compañerismo, pese a que impone más distancia”
Según la funcionaria, “la sensación que aparece con más frecuencia entre los profesionales es una angustia relacionada al miedo a contagiarse o contagiar. Una angustia que crece a medida que las terapias reciben una mayor demanda, porque no es lo mismo trabajar con una terapia al 20% de su capacidad, como puede ser una situación habitual, que esta situación de ahora, con las terapias al 60% y la mayoría de los pacientes ventilados, lo que deriva en una mayor exigencia para los profesionales”.
DOS MOMENTOS
Soledad Martínez es trabajadora social y recorre hospitales en el marco del mencionado programa, a través del cual se ofrece al equipo de salud un espacio en el que poner en palabras los sentimientos relacionados con el trabajo en pandemia.
Según cuenta Martínez “desde antes del inicio de la crisis identificamos dos momentos que produjeron dos impactos emocionales diferentes. El primero tuvo que ver con la adopción de los nuevos protocolos que alteraron drásticamente toda la práctica hospitalaria.
Soledad Martínez
(Trabajadora social)
“Generamos espacios en los hospitales para que el equipo de salud ponga en palabras lo que le pasa. Y distinguimos dos momentos. El inicial, con la preocupación por los nuevos protocolos y el actual, en el que la angustia surge de notar que la sociedad no acompaña el esfuerzo médico con las medidas de prevención”
En ese primer momento la angustia aparecía a partir de una pregunta: ´¿a qué nos enfrentamos?´ y de las dudas que venían de la mano de las nuevas pautas de distanciamiento y cuidado”.
El segundo de esos momentos, dice Martínez, comenzó en las últimas semanas, cuando empezó a ponerse de manifiesto un divorcio entre la percepción que tienen de la pandemia el personal de salud y buena parte de la sociedad, todo esto en el marco de una mayor circulación comuniataria del virus y de un sistema de salud cada vez más estresado por el aumento de la demanda.
“Ahora la angustia que plantea el médico surge del miedo a contagiarse o a contagiar, de la incertidumbre frente a los desafíos que plantea una crisis sanitaria de la que no hay antecedentes y del cambio de las prácticas. Pero lo que más angustia sobre todo, es el contraste de esta realidad cotidiana que vive el trabajador de salud con una sociedad que no acompaña el esfuerzo médico adoptando las medidas de prevención”, dice Martínez.
Estas iniciativas no siempre encuentran toda la respuesta que esperan, a veces por la dificultad que se le presenta al equipo de salud para encontrar momentos de pausa en los que hablar estos temas y otras por una negación de los propios integrantes del equipo de salud de sus miedos y angustias.
Así lo plantea Carolina Estelita, quien afirma que “en nuestro hospital las profesionales del área de psicología se acercan a los servicios más demandados por la COVID-19 a ofrecer acompañamiento, pero son muchos los profesionales que no se hacen cargo de sus miedos, sus tensiones y sus angustias y no piden ayuda”.
En medio de las crecientes tensiones que viven los trabajadores de la salud encuentran elementos alentadores, según sostienen los consultados para esta nota.
Uno de esos elementos es el crecimiento del compañerismo: “es como si la sensación de unidad fuera mayor, aunque nos encontremos menos y a pesar de la distancia social”, dice Estelita.
El otro factor que trae esperanza es la promesa de una vacuna, surgida en concreto en la última semana, con el anuncio de la fabricación en el país del fármaco que investiga la Universidad de Oxford.
O como dice Julieta Calmels: “el anuncio de la vacuna es lo único que empieza a construir un horizonte de salida”.
El estudio se complementará con entrevistas en profundidad
EN HOSPITALES Y CENTROS DE SALUD
MÁS DE 600 MÉDICOS DEL GRAN LA PLATA YA PARTICIPAN DE UN ESTUDIO SOBRE EL PROBLEMA
Pertenecen a distintas especialidades y respondieron a una encuesta acerca del impacto de la pandemia en sus vidas
Medir y cuantificar el impacto emocional de la pandemia en el personal de salud en plena crisis sanitaria resulta difícil cuando en los espacios claves las tareas se multiplican. No obstante ya están en marcha iniciativas en la Región que buscan datos más precisos para mejorar el resultado de respuestas e intervenciones.
Una de ellas es llevada adelante por la Universidad platense y ya participaron de ella más 600 médicos del Gran La Plata.
Según explicó a este diario Manuel Fonseca, director de redes intersecotoriales de salud de la Secretaría de Salud de la Universidad de la Plata, el trabajo está en pleno desarrollo y fue encarado por esa área de la UNLP junto a la Secretaría de redes de Salud de la Facultad de Ciencias Médicas de la Plata y la Dirección de Vinculación con el Graduado de la Facultad de Trabajo Social.
Fonseca detalló que el trabajo consiste en una encuesta masiva que se envió a trabajadores de la salud de hospitales y centros de salud de la Plata, Berisso y Ensenada.
“La encuesta no se focalizó en áreas específicas ni en sectores que tengan mayor contacto con la COVID-19 , sino que está dirigida a todo el personal de salud”, explicó Fonseca.
Hasta ahora, de acuerdo a los datos que manejan los impulsores del trabajo, ya recibieron más de 600 respuestas por correo electrónico.
Manuel Fonseca
(Secretaría de Salud UNLP)
“Más de 600 médicos ya respondieron a una encuesta sobre el impacto de la pandemia y ahora el trabajo se completará con entrevistas en profundidad”
Una de las características es que la respuesta a la encuesta, que es voluntaria, llegó desde distintas especialidades.
“A partir de esta encuesta se desarrollará una segunda parte del trabajo, centrada en la realización de entrevistas en profundidad”, explicó Fonseca.
El trabajo comenzó a desarrollarse hace dos meses y actualmente se analizan las respuestas, mientras a partir de este mes comenzarán a hacerse las entrevistas en profundidad.
“El objetivo que perseguimos es analizar el impacto de la pandemia en el equipo de salud analizando el aporte que se puede hacer desde la Universidad para intervenir y dar respuesta”, explicó Fonseca.
RECLAMO DE LOS GREMIOS
LICENCIAS PARA LA POBLACIÓN DE RIESGO
En el marco de la crisis sanitaria por el coronavirus, los gremios que nuclean al personal de salud también reclaman que se establezcan licencias para trabajadores del sector que son considerados población de riesgo.
Según una presentación firmada por el Sindicato de Salud Pública la Asociación Trabajadores del Estado y la CICOP, “la Resolución Nro. 90-MJGM-2020 prevé licencias para lxs consideradxs “población de riesgo” (artículo 1). Sin embargo, el artículo 5, en contradicción con las disposiciones emanadas de las autoridades nacionales, restringe esas licencias para el personal de Salud, dejando afuera a embarazadas, a mayores de 60 años sin las enfermedades taxativamente mencionadas y a trabajadorxs que, independientemente de su edad, tienen patologías de riesgo detalladas en el artículo 1.
La presentación agrega que ese artículo, “tampoco incluye a progenitores, progenitoras o adultos a cargo del cuidado de niñxs y adolescentes”.
“Rechazamos esa discriminación y reclamamos al gobierno provincial modifique en forma urgente esta decisión, equiparando derechos de lxs trabajadorxs”, reclaman.
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