Tras renunciar a la herencia, otro trago amargo que salpica a la familia real

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La decisión del rey emérito de España, Juan Carlos I, de irse a vivir a otro país ante las informaciones sobre sus presuntos negocios millonarios ocultos supone el trago más duro que su hijo, Felipe VI, tuvo que afrontar en lo personal en sus seis años de reinado en España, después de haber tenido que tomar algunas medidas severas en el plano familiar.

El escándalo generado por el goteo de noticias sobre el supuesto dinero de Juan Carlos I en Suiza, parte de él procedente de la donación de 65 millones de euros de la monarquía saudí, llevó al rey emérito a alejarse aún más de su hijo para “salvar” a la Corona española.

Su partida de España se suma al golpe que fue para el actual monarca renunciar a su herencia y quitarle a su padre la asignación del Estado español el pasado 15 de marzo cuando surgió la información de que Felipe VI aparecía como beneficiario de la fundación Lucum, a través de la que Juan Carlos de Borbón habría movido el dinero oculto.

Felipe se enteró de este hecho en marzo de 2019 y en abril acudió a un escribano para renunciar a cualquier beneficio de Lucum y de su padre. Luego, Juan Carlos I comunicó a Felipe VI que dejaba la actividad institucional desde el 2 de junio de 2019, coincidiendo con el quinto aniversario de su abdicación.

Más tarde, Felipe VI –apegado a una conducta ejemplar para ganarse la confianza de los ciudadanos- suprimió la secretaría creada para el rey emérito, aunque éste siguió viviendo en el Palacio de la Zarzuela. (EFE)

 

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