Juliette Gréco: el ícono de la chanson que enamoró hasta a los existencialistas

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En el universo de la “chanson française”, una mujer ostentaba como ninguna el apelativo de ícono: Juliette Gréco, fallecida ayer los 93 años, y cuya amistad con filósofos y poetas le valió ser considerada también “musa de los existencialistas”.

Gréco, de quien han trascendido títulos como “Les feuilles mortes” (1951) y “La Javanaise” (1963), con letra de Jacques Prévert y Serge Gainsbourg, o “Je hais les dimanches” (1951) y “Déshabillez-moi” (1967), escritas por Charles Aznavour y Robert Nyel, nació en Montpellier, en el sur de Francia, el 7 de febrero de 1927.

Su infancia había sido solitaria, con una relación “caótica” con su madre, un padre ausente y la II Guerra Mundial (1939-1945), por la que su madre y su hermana, integrantes de la Resistencia francesa, fueron deportadas al campo de concentración de Ravensbrück y ella misma encarcelada durante tres semanas.

Pero la juventud la encontró en una París liberado en la que se encontraría con en los bares de Saint-Germain conoció a Jean-Paul Sartre y a Simone de Beauvoir, entabló amistad con escritores y músicos y coincidió con grandes de la escena como el pianista y compositor de jazz estadounidense Duke Ellington

Gréco fue figura del cabaré Le Tabou, donde conoció al compositor y trompetista estadounidense Miles Davis. Ella tenía 22 años y él 23, y fueron amantes durante años. El padre de su única hija, no obstante, fue el actor Philippe Lemaire, con el que estuvo casada de 1953 a 1956. Su siguiente marido, de 1966 a 1977, fue el también actor Michel Piccoli, y su tercera y última unión, con el pianista francés Gérard Jouannest, duró 30 años, de 1988 a 2018.

Grabó su primer disco, “Je suis comme je suis”, en 1951, y su consagración llegó en 1954, cuando puso pie por primera vez en la sala parisina Olympia. Trabajó en cine, se dejó tentar por Hollywood y se mantuvo activa hasta 2015, año en que lanzó su gira de despedida, “Merci”, consciente de un probable final cercano que quería que la pillara “de pie, con la mayor elegancia posible”.

“Me subí al escenario empujada por otros, canté como si actuara, se convirtió en una razón de vida, y me pasé la vida haciendo progresos. He tenido una suerte loca y una existencia muy particular”, aseguró en una de sus últimas entrevistas.

 

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