CineMigrante: salir de la indignación y pasar a la transformación
Edición Impresa | 28 de Octubre de 2021 | 02:33

Con películas que llegan directo desde festivales como Cannes y Berlín y conversaciones con cineastas de todo el mundo, comenzó las duodécima edición del Festival Internacional de Cine y Formación en Derechos Humanos de las personas migrantes, CineMigrante, que desde 2010 “viene exhibiendo las cuestiones migratorias tratando de salirse de los lugares de enunciación que dejan a los sujetos fuera de una capacidad política, de una potencia”, explica Florencia Mazzadi, directora del festival que, en esta ocasión, combinará exhibiciones en salas presenciales y virtuales con acceso libre y gratuito.
Y que, como cada año, se propone generar un espacio cultural que permita el acercamiento, la profundización, el encuentro y la sensibilización acerca de la temática migratoria, posibilitando la construcción de un territorio plausible de conocimiento de otras realidades, vivencias e historias que permitan la plataforma necesaria para el reconocimiento del otro.
Al respecto, Mazzadi explica que la curaduría del festival se realiza persiguiendo un criterio: no buscan replicar los discursos hegemónicos en torno a las historias migratorias, el miserabilismo y la exposición del horror, sino sacudir el sentido común, “rescatar las narrativas radicales”. La respuesta indignada ante los habituales discursos migratorios, dice la directora de CineMigrante, “no es una acción transformadora: el mostrar para que la gente se indigne no lleva a nada, lo que es interesante encontrar son las capas por las cuales lo que vivimos, más allá del horror que nos genera, está legitimado, es un sentido válido”.
Por eso, las películas que se verán en el festival “se salen de la visión humanitaria, de la visión de que ‘nosotros somos los subalternos, tenemos derechos a ser iguales’, algo que no termina nunca de dar vuelta la situación”, explica, y cita a César González, el cineasta que en su reciente libro explica cómo desde el cine y la cultura masiva se fetichiza el horror y la violencia, pero “ese fetiche es solo un consumo, lo que se necesita es transformar, y para transformar los sujetos tienen que armar una historia que salga por fuera de las narrativas occidentales”.
De eso se trata particularmente, cuenta Mazzadi, la sección central del evento, “Fabulación de Archivo: Rastros sensibles de una opacidad”, donde “se discute la narrativa occidental cinematográfica, la política de la representación en el cine, la idea de que lo único que puede conformar historia es lo que ha podido relatarse a partir de la escritura, que el conocimiento sea solo el conocimiento de la ciencia: en definitiva, discute la instalación de un modelo de pensamiento occidental, moderno, blanco, racializante, falocentrista, que nos está llevando a que de un lado haya una visión que opera para la muerte de miles de personas, y la respuesta a eso es solo la indignación. Necesitamos recuperar, rearmar esas lógicas que construyen otras unidades de sentido”.
También funciona en similar sentido la retrospectiva del director Sky Hopinka, hijo de los pueblos autóctonos que habitan Estados Unidos, pero nacido en la ciudad y autor de un cine que “discute la etnografía, el cine etnográfico que observa a otro a través de la cámara, para ‘tratar de entender’ sus modos de vida; que discute esa objetivación que realizan los blancos del otro, que discute la objetivación que se realiza cuando se denomina al cine indígena al cine de personas racializadas”. Una obra cinematográfica que, analiza Mazzadi, recupera “lo no dicho como una unidad de sentido, como parte de lo que conforma sentido, es decir, la imposibilidad de la palabra de representar la totalidad. No hay un todo posible de representar, y bienvenido que no lo haya: la vida tiene múltiples capas, múltiples posibilidades de solapamiento. La transparencia es una mentira, y es una imposición. Por eso hablamos de ‘rastros de la opacidad’: es importante recuperar las partes opacas del relato, porque ahí, de alguna manera, es donde está la vida”.
El festival se completa con la sección DocLisboa Pasados Posibles a cargo de Joana Sousa y Miguel Ribeiro -directores del festival portugués-, y un programa denominado “La región más transparente” que reúne trabajos del colectivo mexicano Los Ingrávidos y un Panorama realizado junto al colectivo Rabia, que presenta más de 19 películas de 12 países. Una programación que llega a las salas y hogares tras una pandemia que cerró fronteras, que amplificó la problemática migratoria.
“En la pandemia se extendió el concepto de frontera y de control territorial hacia sectores que nunca habían vivido esa experiencia, pero son experiencias cotidianas para millones de personas: el control del movimiento, la identificación, la prohibición de cruzar…”, opina Mazzadi. “En este caso tuvo que ver con medidas sanitarias que, desde ya, están vinculadas a las medidas económicas, pero en los otros casos tiene que ver con medidas que consolidan la persistencia de la colonialidad, de un mundo que fue dividido en un determinado momento, al inicio del sistema capitalista, para la expropiación de las riquezas y del trabajo de determinadas poblaciones”.
Y continúa: “Hoy, cuando se observa lo migratorio, lo que se reproduce es lo mismo, una colonialidad que persiste, que hace que la gente no pueda desarrollar su vida donde vive, porque hubo una expropiación que determina que vaya hacia esos lugares expropiadores”. La situación los obliga a “enfrentar la violencia de la frontera” aunque no quieran, completa la directora del festival que, tras una edición completamente online, ahora tendrá un formato híbrido.
Las películas y conversaciones podrán verse de forma online tras registrarse en cinemigrante.org, plataforma que funcionará de 18 a 24, transmitiendo más de 80 películas, en paralelo con exhibiciones al aire libre que tendrán lugar todos los días en Buenos Aires hasta el cierre del evento, el 3 de noviembre: un formato que valora Mazzadi porque en la anterior edición “nos abrió a un público que no puede acceder al festival cuando se realiza en la ciudad de Buenos Aires, y además nos dio la posibilidad de poner en vínculo a directores y directoras que jamás podrían estar en un mismo momento en un mismo espacio”.
Sin embargo, en el online “para mi se pierde el cine”, afirma. “El cine es un hecho colectivo en cómo se hace y cómo se exhibe. La idea de estar todos al mismo tiempo, en un mismo espacio, siendo permeables a lo que vemos, es una experiencia única: lo que sucede en la sala no sucede en tu casa. Lo colectivo es transformador, y esta pandemia nos ha aislado, este virus es a imagen y semejanza del tipo de humanidad que somos. La virtualidad anula esa experiencia: uno puede compartir, pero tiene que quedar claro que lo que se comparte es una instancia de exhibición audiovisual que no tiene que ver con el cine”.
Realizado con el apoyo de varias instituciones, el festival se mantendrá gratuito en sus dos vertientes, presencial y online, y, dice Mazzadi, “mientras lo podamos seguir haciendo, lo seguiremos haciendo así. Lo hacemos con mucho trabajo, pero creemos que la cultura es un derecho, y que como sociedad tenemos que garantizarlo, entonces tocamos todas las puertas que haya que tocar para que así sea”.
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