El clima, “atrapado en el tiempo”

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Arturo Larena

AP

La COP26 ha finalizado sin sorpresas, fiel al guion de lo que se esperaba antes de su apertura. No hay grandes acuerdos y sí tímidos avances y promesas de los países ricos respecto a la eliminación de los combustibles fósiles para tratar de evitar que la temperatura media de la Tierra aumente más de 1,5 grados.

Más que nunca, para muchos delegados y observadores ha sido “la cumbre del bla, bla, bla”, como anticipó Greta Thunberg. De poco ha servido la presencia de importantes líderes del mundo en su arranque para impulsar metas más ambiciosas.

Como en el filme “Atrapado en el tiempo” (”Groundhog Day”) de 1993 dirigido por Harold Ramis y protagonizado por Bill Murray y Andie McDowell, los protagonistas de las COP están condenados a repetir, COP tras COP -y ya van 26-, el “día de la marmota climática”.

Año tras año se producen las mismas rutinas en las negociaciones, para en las últimas horas, escenificar, quizá para justificar la intensidad de los trabajos, una prórroga in extremis.

Pero, a diferencia de los protagonistas de la película, los negociadores no tienen todo el tiempo del mundo, y se vislumbran diversas velocidades en la voluntad de descarbonizar la economía en 2050, eliminando gradualmente los combustibles fósiles.

Como ejemplo la sorpresa India, al introducir una enmienda sorpresa en el último plenario por la que se pasa de la “eliminación progresiva” del carbón a una “reducción progresiva”, lo que retrasa la supresión de este combustible.

¿todo sigue igual?

Glasgow no ha sido diferente a otras COP y ha repetido los patrones de un modelo de negociación multilateral que para una parte de la sociedad civil y los jóvenes, que reclaman medidas desde las calles, se antoja cada vez menos operativo.

Han sido trece días de trabajo, pues no se ha podido finalizar en plazo, y ha pasado lo que les ocurre a los malos estudiantes. Lo que no se ha conseguido durante el curso, es decir, durante los dos años que se han tenido para avanzar en los acuerdos desde la COP25 de Madrid (uno más de lo habitual por la pandemia), era difícil que se lograse en dos semanas o en las horas de prórroga.

Hay que entender que esto es así porque en los documentos oficiales todo se mira hasta el mínimo detalle, cualquier término, cualquier punto, coma, etc., debe estar consensuado. No es fácil, pues los intereses económicos y geoestratégicos parece que pesan más que el clamor ciudadano y la urgencia de actuar, pese a las advertencias de la comunidad científica. Y aunque los países ricos empiezan a concretar la hoja de ruta para poner fin a la era de los combustibles fósiles, lo cierto es que estos aún siguen moviendo la economía mundial.

Demasiados intereses. Un dato: si los lobistas de las viejas energías hubiesen estado agrupados en una delegación nacional, esta hubiera sido la más numerosa dela cumbre. Por eso, se entiende la decepción de muchos delegados y observadores por el hecho de que en los textos finales se haya debilitado el compromiso de eliminación de los combustibles fósiles.

 

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