Inexplicable reiteración de asaltos violentos a personas mayores en sus casas

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Pasó hace pocas horas en Villa Elisa y un día antes en Ringuelet. Venían de ocurrir episodios similares también en Gonnet y en Gómez. Antes se registraron en Ensenada, en City Bell y en distintos barrios platenses como la Loma, Abasto, Altos de San Lorenzo o el Mondongo. Se está hablando de asaltos en sus viviendas a parejas de personas mayores, despojadas de sus bienes por bandas que actúan en forma similar, orquestada y violenta. Las víctimas reciben fuertes golpes y muchas deben ser hospitalizadas, por la gravedad de las heridas recibidas.

Es llamativa la recurrencia de este accionar delictivo. Los ladrones ingresan por sorpresa a los hogares de personas mayores, inclusive luego de sortear sistemas de alarmas. Golpean a culatazos al hombre y a la mujer, los sujetan alambre, los tiran en el piso ya atados de pies y manos. Los someten a verdaderas sesiones de tortura física y psicológica.

“Te entregaron” le dicen al dueño de casa, sin saber si eso es cierto o forma parte de la estrategia delictiva. Permanecen media hora o más hasta que se hacen con toda clase de valores: dinero argentino, dólares si los hay, joyas de la mujer, electrodomésticos. Se llevan lo que las víctimas habían logrado adquirir y ahorrar con el sacrificio de sus vidas de trabajo.

Para completar esa suerte de calco, los delincuentes utilizan los vehículos de sus víctimas para llevarse el botín y darse a la fuga. En abril pasado se cometieron siete delitos con esa misma modalidad, que tuvieron como víctimas a personas mayores de 70 o más años de edad. Ese “modelo” delictivo no cesó hasta la fecha. Un médico residente en la zona Norte que fue robado de esa misma manera, golpeado en forma brutal por los delincuentes, quedó fuertemente afectado y falleció pocos tiempo después.

Desde luego que estos hechos conmueven a la sociedad, en épocas en las que es elevado número de adultos que viven solos y aumenta, por ello, la vulnerabilidad de esas personas frente al delito.

Sin dudas que frente a ello la primera obligación del Estado es ofrecer seguridad por igual a toda la población. Y en esa inteligencia, es importante que las fuerzas policiales y la propia comunidad no se acostumbren frente a la sucesión de delitos, como si lo natural fuera vivir con miedo y expuestos a cualquier cosa en cualquier momento.

Lo cierto es que la inseguridad se ha enquistado en la vida cotidiana, al punto de que ni siquiera generan sorpresa hechos tan lamentables, como los aquí descriptos. Se ha insistido también en esta columna acerca de la necesidad de una mayor presencia policial en los barrios, para tener conocimiento de aquellos lugares e, inclusive, viviendas más expuestas a una eventual acción de los delincuentes.

Lo que no cabe es la resignación y mucho menos cuando se habla de adultos mayores, con mayor grado de indefensión. Alternativas como, por caso, la de revisar los mecanismos y trámites de pago de haberes a jubilados, de modo que no queden tan expuestos a los delincuentes, debieran ser analizadas entre otras acciones que podrían encararse para evitar que las personas de mayor edad se encuentren, como ocurre ahora, desamparadas frente a delincuentes que no reparan en nada.

Asimismo, la Policía debiera investigar a fondo si está ante la presencia de una o más bandas “especializadas” en cometer este delito, sin perjuicio del impulso que hace falta dar a campañas destinadas a inculcar advertencias a las personas mayores, con el objetivo de prevenirlas sobre los diversos peligros que corren y acerca de algunas de las fórmulas a las que pueden apelar para minimizar los riesgos.

 

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