VIDEO. Un hombre de gran corazón y amante de los “fierros”
Edición Impresa | 5 de Noviembre de 2021 | 04:20

Alejandro Fernández tenía 52 años y dos hijas. Era teniente primero de la Policía bonaerense y vivía muy cerca de su taller mecánico, donde pasaba la mayor parte del día.
Era un hombre sereno, afable, de muy buen trato, que se podía quedar a charlar “horas” con sus clientes.
Amante de los “fierros”, su expertiz pasaba por la asistencia y reparación automotor, aunque tenía su costado deportivo, ya que preparaba coches para competir.
En sus redes sociales, se lo puede ver junto a distintos autos, incluso de alta gama, que eran puestos a punto para las picadas legales y en circuitos habilitados.
Los trofeos y pergaminos formaban parte de su excelente currículum. Sin dudas, era un mecánico de los buenos.
Familiero, querible, le gustaba vacacionar en Brasil, país que conocía como la palma de su mano.
HÉROE SILENCIOSO
Alejandro Fernández fue ese vecino que, cuando reinaba la más cerrada oscuridad en la Ciudad, por aquel 2 de abril de 2013, en esa jornada tristemente inolvidable, en la que no paraba de llover y el agua subía y subía, decidió sacar su bote y empezar a recorrer la zona, su zona, porque tenía la certeza de que, si donde él vivía, había unos 60 centímetros de agua, para el lado de calle 10 la situación seguramente era mucho peor.
Eran cerca de las ocho de la noche cuando puso el gomón en el agua y arrancó, sin saber lo que sus ojos verían las siguientes horas. Porque fueron horas y horas, hasta la madrugada, en las que Fernández fue y vino tantas veces como pudo rescatando a vecinos, que se encontraban atrapados en sus viviendas y llevándolos a su propia casa, donde su mujer y otros conocidos los esperaban con algo caliente y ropa seca.
Por momentos el bote no podía avanzar por la fuerza de la correntada. Por momentos veía que se le llenaba de agua por el peso al subir a más personas que la capacidad que tenía. Hubo un momento en que tuvo que arrojarse al agua para destrabar el motor que se había enredado con un cable, todo a oscuras, incluso sin hacer pie. Y hubo dos momentos en los que su vida estuvo en riesgo al tocar un caño y recibir dos descargas eléctricas. Pese a todo, Alejandro siguió yendo y viniendo.
Aunque no los contó, cree que fueron no menos de 100 las personas a las que logró rescatar aquella noche, de las más oscuras de La Plata, pero que tuvo en Alejandro una luz que supo iluminar cuando todo era tristeza.
Por eso la noticia de su muerte causó tanto impacto en Tolosa, donde hay una ausencia que no pasará desapercibida. Aunque es seguro que quedará el recuerdo de su “enorme corazón”.
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