El arribo a la Bagliardi

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En 1991, el investigador platense Gustavo Darrigran halló unos cuatro o cinco individuos de mejillón dorado por metro cuadrado adheridos a las piedras de la costa de la playa Bagliardi, en Berisso, y un año después la proporción era de 20 mil por metro cuadrado, mientras que cuatro años más tarde ya había 150 mil ejemplares sobre esa misma superficie. Se trató desde entonces de una gran invasión facilitada principalmente por dos factores, el comercio internacional a gran escala, porque estas especies se trasladan a través del agua de lastre de los barcos; y el cambio climático, con ambientes inestables y permeables a la apropiación por parte de especies no nativas.

Pero lo cierto es que desde ese hallazgo ocurrido a comienzos de la década del 90, se estima que el mejillón dorado avanza hacia el norte y gana terreno a una velocidad de 240 kilómetros por año, y en la actualidad ya se encuentra a apenas 150 kilómetros de la cuenca del Amazonas, uno de los lugares más ricos en biodiversidad de todo el mundo, con la amenaza que eso significa para los ecosistemas, si se tiene en cuenta que el mejillón dorado avanza hacia el norte y gana terreno a una velocidad de 240 kilómetros por año.

Esta especie llegó al Río de La Plata proveniente del sudeste asiático, en principio desde China, mediante el vector más común, el agua de lastre de los barcos, es decir el líquido que se carga en los puertos de origen para darle peso a esos transportes cuando viajan con sus bodegas vacías y que, al llegar a destino, se descarga. Y se estima que mediante esa vía, unas 3 mil especies viajan a diario por el mundo.

Es así que junto al mejillón dorado llegaron también muchas otras especies invasoras, como el caracol gigante africano, presente en las provincias de Corrientes y Misiones; la ostra del Pacífico u ostra japonesa, que luego de minar las playas arenosas de la Bahía San Blas, al sudoeste de Buenos Aires, ya está en la costa de Río Negro; y la almeja asiática, que ingresó por el Río de la Plata proveniente del sudeste de Asia, cubrió hasta el Amazonas y alcanzó Venezuela, entre otras.

“Se considera especies no nativas – explica Darrigran - a aquellas que fueron introducidas voluntaria o involuntariamente por la acción humana en hábitats de los que no son originarias aunque no toda especie no nativa es invasora. Algunas se quedan localizadas en un ambiente determinado, no son problemáticas, o lo son en menor medida. Se convierten en invasoras cuando se adaptan al nuevo ecosistema”.

 

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