Ocurrencias: escasean muñecos y sobranlágrimas

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

MUÑECOS.- La fantasía viene cayendo ante el peso de una realidad demoledora. En diciembre pasado, uno imaginaba que los muñecos de este año iban a llegar sin virus. Pero la cosa, lejos de haberse eclipsado, cada tanto reinventa mutaciones y olas para seguir al acecho.

A las puertas de un nuevo año, el pedido extendido es que este suplicio acabe o se aplaque. Y que encontremos otras formas de acción y otras historias de fortaleza, inspiración y paz. Es cierto que por estos pagos, los muñecos quemados siempre traen algún mensaje. No solo la pandemia nos tuvo en un arco. El ejército de momos, con su estallido, hará lugar a las ilusiones: que la inflación, la crisis y la inseguridad también se hagan cenizas, aunque el almanaque nacional siempre traiga más fuego que calma.

La realidad no da para juegos. La montaña rusa de 2022 promete un recorrido con mucho traqueteo y sacudidas. Se acaba un año que ha ganado en buena ley el derecho a ser quemado. La sensación de despojos por estos pagos viene de lejos y no se va nunca. Los muñecos se han contagiado sin vacunas la vista de un clima de desaliento y temores.

Los chicos ruidosos que al promediar diciembre sacan a la calle su regocijo, desafían con sus ocurrencias la seriedad de la cosa. Y enseñan que todo dura un instante y que ya no se sabe si se celebra el debut o la despedida de esa mole de papel y color que le agrega cenizas a una realidad que arde.

Esta vez las barriadas platenses que salieron a buscar ayuda se encontraron que la cosa no da para dejar monedas en manos de un falso gigante que apenas nace, muere. Lo de los muñecos es una manera de opinar que tiene la Ciudad cuando se acaba el almanaque. Los padres enseñan que el bolsillo no da para gastar en cosas que mueren pronto. Pero el propio colorido de las fiestas nos impulsa a celebrar lo que aún tenemos y poner fe en lo que va llegando.

El plan es encontrar la ventanilla que entregue amor y esperanzas. Como decía Almudena Grandes, “la felicidad es una forma de resistir”.

LLORONES.- Esta semana, las cámaras se poblaron de lágrimas masculinas. Una señal de nuestro tiempo que tiene a la hombría en zona de suspenso. Los varones se han transformado en un colectivo culposo que teme ejercer a fondo un rol que está cerrado por reformas.

Está bien que lloren. No está tan bien que usen ese llanto buscando complicidades

Se acaba un año que ha ganado en buena ley el derecho a ser quemado

El psicólogo Jeffrey Kottler afirma que los ellos no utilizan las lágrimas para manipular, tanto como lo hacen las mujeres. Y agrega que cuando lloran lo hacen más sutilmente. Esto es, emiten menos lágrimas y por menos tiempo. Y frecuentemente piden disculpas por hacerlo. El llanto ha ido mutando desde aquel lagrimón prohibido de nuestros antepasados a esta suerte de exhibición complacida de una sensibilidad a flor de piel. Fueron varios los que se desahogaron esta semana, algunos despidiéndose y otros usando el lloriqueo en defensa propia.

Tal como explica el neurólogo Michael Trimble, existen diferencias en la composición de una lágrima, según provengan de un hecho irritante o de una emoción. Luis Landriscina permitió que esta vez las lágrimas ocuparan el lugar que siempre tuvo la sonrisa. Esteban Bullrich y Kun Agüero juntaron dolor y rabia para capitular frente a un cuerpo que los puso en otra banca y otra cancha. Edgardo Alfano se dejó arrullar por la nostalgia. Wado De Pedro, con lágrimas en sus ojos, vio a esos chicos con dificultades como un espejo superador. Y Antonio Laje dejó que el sollozo sea el abanderado de un desahogo cargado de expiación y disculpa. Todos frente a las cámaras, como para darle otros respaldo a sus pesares. La idea de esas lágrimas que llegan de a poco, apuntan a un final más hondo y extendido. Ellos pusieron su angustia a la vista de todos. Y sus congojas dejaron ver los trazos de una aflicción que a veces transmite más estrategia que pesadumbre.

Está bien que lloren. No está tan bien que usen ese llanto buscando complicidades. Lo concreto es, sea cual sea la función del llanto, ya nadie duda de su potentísima capacidad comunicadora. Miremos arder los muñecos. Quizá esa flamante madrugada lleguemos a ver entre sus chispas algunas lágrimas buenas de consuelo y esperanza.

 

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