Estadísticas que alarman sobre el auge de la violencia de género en Argentina

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En el contexto del femicidio de Nancy Videla, cuyo cuerpo fue hallado en las últimas jornadas desnudo, cubierto con cal y sepultado unos 20 centímetros bajo el piso de una casa de Ingeniero Budge, se conocieron consistentes referencias acerca de un auge de la violencia de género en nuestro país.

Así, el 80 por ciento de las argentinas reconoció haber sido víctima de esa negativa realidad alguna vez en su vida, tal como destaca un estudio del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos, que funciona en el marco de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Los datos del informe, publicado tras la Semana Internacional de la Eliminación de la violencia contra las Mujeres, muestran que el 54 por ciento de las consultadas reconoció haber sufrido algún tipo de violencia psicológica: discriminación, acoso callejero, laboral, bullying o descalificaciones varias.

En tanto, otro 21 por ciento indicó haber atravesado violencia económica o patrimonial, entendida como aquel maltrato en donde se les impide trabajar y, además, se les niegan los recursos para satisfacer sus necesidades básicas, mientras que el 18 por ciento reconoció haber padecido maltratos físicos y el 12 por ciento restante dijo haber tenido agresiones del tipo sexual.

Sólo el 17 por ciento de las mujeres que dijeron haber sufrido algún tipo de agresión reveló que hizo la denuncia y apenas el 5 por ciento buscó ayuda. Las principales razones fueron el temor a las represalias del agresor y el hecho de no saber adónde acudir.

Tal como se informó en este diario, entre quienes reconocieron haber sufrido violencia física, el 18 por ciento de las mujeres afirmó que sus agresores “utilizaron un arma o un elemento punzocortante”.

El trabajo se realizó entre el 1 y el 20 de noviembre a través de una investigación cuantitativa con encuestas telefónicas en todo el país sobre 1.976 casos de mujeres de entre 18 y 65 años.

Persisten sin duda errores y omisiones en las estrategias institucionales -sean legislativos, judiciales o policiales- para combatir la violencia de género. Hay indudables avances culturales, pero aún teóricos, en la sociedad, que no se convierten en hechos positivos concretos. La distancia entre esas buenas intenciones y la realidad sigue siendo enorme. Mientras tanto, las mujeres continúan como víctimas indefensas de homicidios, golpes, amenazas, malos tratos psicológicos y físicos.

El estado de persistente e injustificable desprotección en que se encuentran las mujeres víctimas de la violencia de sus parejas se tradujo, recientemente, en el hecho de que un magistrado calificara como “simbólicas” a algunas medidas de tipo alternativo que se instrumentan, como las del botón antipánico y la restricción perimetral, al tiempo que consideró “insuficientes” a los actuales medios de prevención, concluyendo que “se deberían diseñar, en un futuro, herramientas más potentes y eficaces”.

Pero el atraso mayor parece seguir estando en el plano cultural, con una sociedad que aún no ha comprendido los grados de violencia que siguen acechando a las mujeres. Pese a que, como se dijo, hay pasos positivos hacia la vigencia de una nueva visión sobre el tema, falta aún consolidar una cultura -y, esencialmente, una educación temprana sobre los niños y jóvenes- plenamente comprensiva de lo que falta para igualar totalmente los derechos de ambos géneros.

 

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