En una madrugada con nueve tiros, asaltan y atan a una pareja de Arana

Llegaron a la casa tras cruzar una cantera a pie. “Eran dos con una escopeta recortada y todo el tiempo actuaron como policías”, aseguró el damnificado, a quien golpearon repetidas veces. Huyeron con 80 mil pesos

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La casa circunstancial de Francisco Toncich (62) está emplazada en una zona de Arana considerada tranquila por los pocos vecinos que viven allí. Al menos lo era hasta hace unos días, porque entre el fin de semana y el lunes dos robos violentos los pusieron en alerta. En el caso de Toncich los delincuentes eran dos y todo pudo haber terminado en un baño de sangre. Es que, en la madrugada del lunes, en la pequeña construcción del campo situado en 600 entre 152 y 157 se escucharon al menos nueve detonaciones.

Ocho pertenecerían al damnificado y la otra a los desconocidos que, en medio de la oscuridad rural, cruzaron una cantera de más de una hectárea para llegar hasta su objetivo. Un día antes, en 159 entre 600 y 99, otra familia recibió la visita de ladrones que se comportaron de forma similar. “Viste cómo es, primero roban a los quinteros de Olmos, se cansan y vienen para este lado”, contó resignado un frentista.

Para Francisco, en cambio, se trató de un “dato” que, finalmente, estaba equivocado.

UN ESTRUENDO Y A LOS TIROS

La víctima tiene su domicilio real en Los Hornos, pero cuando el Gobierno decretó la cuarentena decidió mudarse de forma temporaria a la casita de Arana. “Acá me puedo mover tranquilo por el terreno, salgo una vez a la semana a hacer las compras y me quedo tranquilo”, le contó a EL DIA mientras apoyaba las muletas en la silla para sentarse.

En el pie derecho tiene alojado una esquirla de bala, en la boca un diente menos, en la cara excoriaciones y en la cabeza seis puntos de sutura. Son las marcas que le dejó la terrible experiencia que vivió con su pareja antes de ayer a la 1.30 de la mañana.

Según explicó, “estábamos durmiendo y escuché una explosión y un grito, que me di cuenta que era la puerta”. La intuición fue correcta: los sujetos patearon la puerta hasta arrancar el marco y se metieron en el interior de la vivienda. No obstante, lo hicieron por la abertura que está a un lado de la edificación, no por la principal. Francisco tomó su Glock 9 mm que siempre tenía sobre la mesa de luz, “lista para disparar”, y apretó el gatillo sin pensar. Cuando el octavo proyectil abandonó la recámara, la pistola se trabó. Entonces llegó otro tiro, desde el pasillo, que dio entre una pared y el techo. “¡Largá el arma!”, le ordenaron. El aludido obedeció y en segundos lo tuvo encima. Lo precintaron, lo tiraron al piso y le pegaron repetidas veces, patadas y con la culata de la escopeta recortada doble caño con la que habían llegado.

Buscaban “la plata” que presuntamente tenía por la venta de un terreno. La operación existía, pero databa de 2017. Como no le creyeron, lo llevaron hasta el pasillo y siguieron con la golpiza y las amenazas. “Ese dinero no lo tengo, fue hace tres años. Acá lo que tengo es ‘la diaria’, fijate en una caja de metal que está en el mueble”, les indicó Toncich. Además les propuso llevarse algunos billetes desparramados sobre la mesa, de un alquiler que había cobrado esa jornada.

En total juntaron unos 80 mil pesos y se dieron por satisfechos. También se llevaron dos celulares, la Glock, tres réplicas de aire comprimido, un equipo de radio Handy y cuatro Walkie Talkie. Luego huyeron, presuntamente por el mismo camino por el que llegaron. A la mañana siguiente, las huellas de dos pares de borceguíes salían desde la casa y se perdían en la cantera.

“La gente que entró, por su comportamiento fue o es Policía. A mí no me mataron porque no quisieron. Tenían barbijos y capuchas, a mi pareja Gabriela ni la tocaron, es más, la trataron con sumo respeto”, reflexionó.

 

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