Una apelación a la épica fundacional para poner proa rumbo al año electoral

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José Picón

jpicon@eldia.com

Axel Kicillof se asume como un gobernador que no llegó a la Provincia para “hacer más de lo mismo”. Una divisoria de aguas que imagina no sólo con la anterior gestión de María Eugenia Vidal sino también con varias de las administraciones peronistas que por casi 30 años controlaron los resortes de poder en el principal distrito del país.

Ese autoconvencimiento que repiten sus principales colaboradores quedó plasmado también en lo discursivo, cuando en la apertura de sesiones ordinarias de la Legislatura planteó que se viene una etapa de de “reconstrucción y reactivación”. Esa aspiración si se quiere de tinte fundacional -Kicillof dijo que la pandemia “postergó nuestros sueños pero no los mató”- tiene, más allá de lo que efectivamente pueda plasmar el mandatario en los hechos, una impronta que la vincula fuertemente con las necesidades políticas que toman la figura del año electoral.

De la cita con las urnas de mitad de mandato no parece desvinculado otros de los anuncios de Kicillof. La moratoria anticipada para los impuestos patrimoniales apunta sustancialmente a aliviar a aquellos sectores medios de la población que, afectados por la merma de sus ingresos en medio de la pandemia, se vieron obligados a dejar de cumplir con el fisco. En ese mismo renglón hay que anotar otro anuncio: el cambio en el pago de Ingresos Brutos para los monotributistas. Más allá de la eventual reducción que pudiera significar, un impacto sobre el bolsillo de estos trabajadores se traducirá en tener que dejar de presentar las declaraciones juradas ante el organismo recaudador bonaerense y, por ende, ahorrar en honorarios de contadores.

Hubo otros mensajes hacia las clases medias que, según la mayoría de las encuestas, comienzan a sentir fatiga con ciertas políticas y modos oficiales. La desdolarización de las tarifas eléctricas forma parte de ese bálsamo que busca untar el Gobernador sobre aquél electorado disconforme.

El tono discursivo utilizado por el mandatario estuvo en sintonía con aquél mensaje. Incluso anotó gestos conciliadores con la oposición a la que agradeció en varias ocasiones. Ese lineamiento se tomó un breve recreo cuando Kicillof se explayó sobre el plan de vacunación. En ese punto exhibió acaso la mayor dureza cuando anticipó que no olvidará a quienes “buscaron boicotearlo”. Sobre ese programa que dijo es su “obsesión”, batalló en buena parte de su discurso. Y en algunos de esos tramos se acordó de una de sus presas políticas preferidas: el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larrera. “No voy a privatizar la vacunación”, lanzó al referirse a las denuncias que circulan contra el funcionario del PRO.

Kicillof pareció dejar en claro que esa reactivación que proyecta a través de obras e incentivos, son ingredientes básicos de la pócima con la que busca volver a enamorar a los desencantados.

kicillof

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