Salió a fumar y terminó a merced de delincuentes que lo castigaron duro

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La Zona Oeste de la Región sumó el pasado viernes un nuevo asalto, tan violento como tantos que tienen conmovidos a los habitantes de ese sector. En esta oportunidad la víctima resultó ser un vecino de Etcheverry que jamás imaginó que el ritual del “pucho de las 11” podía transformarse en una situación de estrés y máxima tensión, justamente todo lo contrario al momento de relax que suele disfrutar en su extenso patio. Según pudo averiguar este diario, el hecho ocurrió minutos antes de las 23 en una propiedad ubicada en calle 44 bis y 241, a pocos metros del cruce de Etcheverry. Allí ingresaron al menos tres delincuentes que, mediante amenazas con un arma de fuego y una feroz golpiza, lograron reunir un botín compuesto por dinero en efectivo y varios objetos de valor.

“Estaba solo en casa, esperando a mi familia que estaba por llegar a casa. Como todas las noches, salí al patio para fumarme un pucho. Estaba por prenderlo cuando vi venir del fondo del terreno a tres tipos”, reveló el damnificado, que, para mantener sus datos personas a resguardo, se identificó como J.

Pese a la rápida reacción del propietario, los individuos lograron llegar a la puerta antes de que fuera trabada y tras apuntarle con un arma de fuego, se abrieron paso a la morada. “Me agarraron entre dos y me dieron varias trompadas en distintas partes del cuerpo. Después me tiraron al piso y me empezaron a atar con precintos las manos y los pies”, detalló J. sobre cómo comenzó el asalto.

Destacó que le llamó la atención que le exigieran la ubicación de “las armas”. “Cuando lograron inmovilizarme por completo, empezaron a pedirme la plata y las armas. Le dije que tenía unos pesos y que se podían llevar lo que quisieran pero que no tenía armas en mi casa”, dijo.

Según describió la víctima, uno de los ladrones no creyó la explicación que les estaba dando. Tras tomarle una mano, comenzó a amenazar con que lo mutilaría si no decía dónde estaban las armas.

“‘Te voy a cortar el dedo, empezá a hablar porque te lo corto’, decía mientras sostenía un cuchillo”, apuntó. Luego de varios minutos de tensión y, al parecer, cuando se sintieron satisfechos con lo que habían reunido, se fueron por el que entraron.

“Seguro aprovecharon las plantaciones para esconderse. Me dejaron atado. Menos mal que al rato llegó mi familia y me ayudó a cortar los precintos. Detectamos que se llevaron dos computadoras, mi teléfono, y toda la ropa que les pudo entrar en las mochilas”, indicó. En una reflexión final, remarcó que “lo que más agradece fue que los sujetos se hayan ido antes de que llegara su familia”.

 

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