La postergación a los adultos mayores

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Emiliano Balbín *

Hace casi un año, en pleno goce de los beneficios de la cuarentena, observamos con preocupación cómo el Gobierno nacional comenzó a abordar la problemática de nuestros adultos mayores (en hogares, geriátricos y casas particulares), de manera casi informal. Y esa informalidad fue la consecuencia lógica de una decisión no blanqueada, pero consciente, de postergación de este sector de la población.

De esta manera vimos como el coronavirus se propagó de manera exponencial, afectando duramente a los adultos mayores y sobre todo a aquellos que se encontraban fuera de sus hogares o lejos de sus familias. Luego llegó el Estado a hacer lo que pudo, interviniendo tarde y mal.

Como si fuera poco con el Covid, la población adulta también debió soportar el congelamiento de sus haberes, y la pérdida de poder adquisitivo por la escalada inflacionaria. Otra consecuencia de la política de la postergación.

Un combo sombrío compuesto por la imposibilidad de circular, la depreciación de sus ingresos, y el aislamiento de sus seres queridos. Una vez más, un Estado vulnerando todos los derechos individuales de los adultos mayores.

En ese contexto surgió en el mundo la esperanza, de la mano de las vacunas. Entre idas y vueltas, contratos que no se cumplieron, por errores o incompetencia, finalmente desde Rusia comenzaron a llegar las primeras dosis de la Sputnik V.

Según los planes del Gobierno al momento de llevar adelante el plan de vacunación, los adultos mayores serían (por fin), los primeros en ser inmunizados. Luego el personal de salud, docentes y demás ciudadanos de riesgo. Es decir que, por primera vez, nuestros mayores serían la prioridad en la agenda del Ejecutivo. Pero eso no ocurrió. Fiel a su estilo, el Gobierno falló de nuevo.

Y lo hizo de la manera más escandalosa y vil. Primero, utilizando las vacunas como elemento de militancia política, dejando los operativos en manos de una agrupación interna del Gobierno, en lugar de utilizar el sistema público de salud. Y luego, traficando con la salud de todos los argentinos al vacunar a los amigos del poder, los llamados VIP.

Hoy faltan vacunas. Estamos ingresando a la segunda ola de la pandemia, y el principal grupo de riesgo, que es el de los adultos mayores, sigue sin estar vacunados como deberían estarlo a esta altura de los acontecimientos. Pero los chicos de La Cámpora si están vacunados. Todo muy claro y transparente.

La actual ministra de Salud, Carla Vizzotti, quien es la encargada de conseguir vacunas, dijo hace poco por videoconferencia ante los diputados nacionales, que no sabe cuántas dosis vamos a recibir ni cuándo. Y también dijo que si hubieran vacunado como el propio Presidente dijo que iban a hacer, hoy no tendríamos que cerrar nada. Esto nos obliga a preguntarnos entonces: ¿qué salió mal? Un misterio.

También deberíamos preguntarle al Gobierno qué pasó con Pfaizer, cuando esta empresa hizo los ensayos clínicos en la Argentina, lo que significaba vacunas de forma inmediata para el país una vez terminados los estudios. No recibimos nada. ¿Qué pasó? Otro misterio.

Desafortunadamente, nos preparamos para vivir una situación sanitaria similar a la del 2020. Y más allá de la mayor o menor responsabilidad ciudadana, la pregunta final es: ¿está preparado el Gobierno para enfrentarla?

(*) Presidente de la comisión de Adultos Mayores de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires

“Estamos ingresando a la segunda ola de la pandemia, y el principal grupo de riesgo, los adultos mayores, sigue sin estar vacunados”

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