La Ciudad necesita disponer de un plan integral en defensa de su arbolado

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El nuevo inicio de la época de poda de árboles en la Ciudad obliga, por lo pronto, a que la Municipalidad regule sus operativos a las recomendaciones que formulan los especialistas, en el sentido de actuar con la mayor racionalidad científica en el recorte de las ramas, sin incurrir en excesos y atendiendo, además, al resto de demandas no sólo de preservación sino de crecimiento del arbolado público platense.

Sin embargo, por momentos resulta llamativa la resistencia de muchas administraciones a municipales para ajustar esa actividad, necesaria y saludable para la vida de numerosas especies arbóreas, a las pautas que vienen ofreciendo agrónomos y otros entendidos, en especial cuando La Plata ha contado siempre con profesionales de mucha valía surgidos de la UNLP y, asimismo, con una población que ha mostrado siempre su adhesión al arbolado público.

Lo cierto es que, año tras año, surgen reclamos vecinales en distintas zonas por las podas excesivas que se realizan sobre muchos árboles. Podas ciertamente salvajes, que mutilan y reducen un árbol con copa saludable a un tronco casi desnudo, del cual emergen unas pocas ramas principales virtualmente mutiladas. Se malogra así el crecimiento de años de los ejemplares que, como se sabe, también son sometidos a toda clase de daños irreparables por parte de personas desaprensivas.

A ello deben sumarse las podas clandestinas, impulsadas muchas veces por quienes quieren dejar a la vista el frente de sus viviendas o de sus locales comerciales y que, sin permiso alguno, escudándose en que se trata de “podas”, en realidad apuntan a la eliminación y posterior extracción de los ejemplares. Hay muchas veredas privadas de árboles que dan testimonio de ello.

Se conoce, por el contrario, que el objetivo de toda intervención sobre el arbolado público debe apuntar a la conservación saludable de los ejemplares, a extraer eventualmente aquellos que se encuentren en mal estado y con riesgo de caída y a podar armoniosamente las ramas que obstruyen la visibilidad de las señales u obstaculizan los semáforos, cámaras de seguridad y columnas de alumbrado, recortándose sólo aquellas ramas que pudieran quebrarse y caer durante alguna tormenta y que también pueden comprometer el tendido eléctrico. Por supuesto que árbol que se extrae debe ser repuesto.

El resto de los recortes debieran ajustarse, como se ha dicho, a las precisas instrucciones que han ofrecido desde siempre los especialistas, evitándose, entre otras desviadas finalidades, que los operativos de poda puedan llegar a convertirse en una suerte ilimitada producción de leña.

La preservación y acrecentamiento forestales deberían ser para la Comuna un objetivo básico y fundamental. No debiera hacer falta destacar que La Plata cuenta, entre sus señales más valiosas y fidedignas, con un diagrama urbano de vanguardia, palacios gubernamentales de gran valía arquitectónica y un patrimonio arbóreo promovidos por los fundadores como esenciales de la identidad platense. De allí que sea prioritario para el Municipio preservar y enriquecer esas características.

Parece llegada la hora de que el poder público municipal no sólo encare una tarea consistente en esta materia, sino que la impulse sustentado en una concepción arraigada en pautas científicas e inspiradas en los principios ambientalistas de los fundadores. Además, la Ciudad ha visto y permitido que disminuya su patrimonio forestal, una realidad que no condice con las ventajas que

 

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