Carlos Alberto Martínez

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Entristeció en diversos círculos de la Ciudad, en especial en los vinculados a la medicina, el fallecimiento, a los 82 años, del oncólogo Carlos Alberto Martínez, quien supo amalgamar en la profesión la excelencia del saber, la práctica competente y el trato cordial y afectuoso que sus pacientes necesitaban.

Hijo de Pascual Martínez Belda y Natividad Moreno, había nacido el 22 de agosto de 1938 en Bahía Blanca, ciudad donde creció junto a su hermano Andrés y donde completó la educación primaria y secundaria. Quiso seguir la carrera de Medicina y se mudó a la capital federal para poder estudiarla en la UBA. Se recibió y se especializó en Oncología Clínica en el Hospital Militar Central.

En La Plata, donde finalmente se estableció, formó una familia, y cultivó amistades, desarrolló toda su trayectoria profesional, que repartió entre la jefatura de Oncología del Hospital San Martín, el área del mismo servicio del Hospital Español y su consultorio particular.

Se entregó a la especialidad desde todas las aristas, desde el estudio y la actualización permanente en la materia (por la que debía leer infinidad de textos en inglés y asistir a congresos internacionales) hasta una dedicada atención de pacientes y contención emocional a sus familiares. Y es que a sus amplios y profundos conocimientos los acompañó con una invalorable calidad humana.

Con el mismo compromiso se volcó también a la docencia. Dictó clases en la cátedra de Medicina Interna de la UNLP y de Oncología Clínica en la Universidad del Salvador; y fue un aplaudido panelista y relator en distintos encuentros sobre el tratamiento del cáncer celebrados en el país y el exterior.

A nivel institucional, fue presidente de la Sociedad de Cancerología de La Plata, como así también tuvo una intensa participación en la Sociedad Argentina de Oncología.

Se caracterizó por ser un hombre de pocas pero precisas palabras; de una gran humildad, prefirió el perfil bajo. Disfrutaba de los viajes, la lectura, y la pesca con amigos. El golf fue uno de sus deportes favoritos.

Estaba casado con la escribana Sara Ringuelet, y tenía dos hijos: Carlos y Verónica. Sus nietos Valentina, Josefina, Lola y Benjamín completaron la dicha y el orgullo que sentía por la familia que construyó junto a su esposa y que significó un pilar indispensable en su vida.

 

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