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Juan Ingaramo: “Las canciones son espadas y escudos para poder sobrevivir”

Con un puñado de canciones que rescatan su herencia latina, el artista presenta pelea a los problemas del siglo XXI

Juan Ingaramo: “Las canciones son espadas y escudos para poder sobrevivir”

Juan Ingaramo lanzó “La batalla”

22 de Junio de 2021 | 02:58
Edición impresa

Lo primero que salta a la vista al escuchar el nuevo disco de Juan Ingaramo es la herencia latina: aquel sonido pop más europeo de sus trabajos tempranos ha mutado en “La Batalla”, contaminado por la salsa, el merengue, el reguetón, los sonidos urbanos y otros ritmos latinos que, cuenta el artista, aparecieron en su vida como “un descubrimiento”.

“En 2017 me fui de gira a tocar por todo Latinoamérica, Nueva York, Miami… y ahí descubrí mi condición de latino”, relata el cordobés. Cuenta que estaba en una fiesta en Bushwick, Brooklyn, en el marco de un festival de música latina alternativa del que participó, cuando le cayó la ficha: “¿Te das cuenta que somos re latinos?”, le dijo a sus compañeros. “Parecía un sketch de Capusotto… pero fue un despertar de mi identidad. Y quizás siendo cordobés lo sentí más fuerte, por la influencia que tuvo Puerto Rico en el sonido cuartetero de los 90. Es por eso que decidí buscar un sonido que tenga que ver con eso, pero que no deje de ser mío”.

“En ese viaje buscamos la materia prima para traerla a nuestro laboratorio y ahí inventar esa especie de Frankenstein que son estas canciones, que tienen elementos de esas músicas, pero no lo son de manera pura, ni armónica ni melódicamente, tampoco en las letras…”, afirma el artista sobre los temas de “La Batalla”, el sucesor del exitoso “Best Seller”.

El suceso de aquel disco podría haber sido una carga para Ingaramo, el artista que pudo ser futbolista y hasta enfrentó a Messi, pero que terminó decantándose por la música. Pero, dice, “me emancipé bastante de todo eso: la pandemia me preparó, me vino bien, estoy aprendiendo a no generar expectativas que no dependen de mí… Así que lo que pase o no con un disco no es mi responsabilidad. Y trato de no darle bola a los números, quizás porque no soy nativo digital: viste que los pibitos te hablan de los números, de las visualizaciones, las reproducciones… A mí lo que más me gusta es la música”.

“Suena medio demagogo, después me van a decir: ‘quién sos, Beethoven’... Pero la verdad es que lo que más emoción me causa es la música”, insiste. Y en ese camino donde lo que importa es la música, “teniendo la libertad, la posibilidad de hacer lo que quiera, aprovecho y busco sonidos nuevos, veo los límites de la materia, los límites propios, trato de generar sensaciones diferentes, busco nuevos públicos… Es una libertad que se me da en la música y que quizás no tengo en mi vida, que quizás no tienen los seres humanos en este siglo XXI en general”.

“Creo que inconscientemente trato, en un mundo de iguales, buscar la diferencia”, sigue Ingaramo. “El motor es la búsqueda de la voz propia, una especie de instinto de supervivencia en medio de esta marea inmensa de similitudes y de mandatos de reproducción que te genera este sistema de consumos, que te lleva a reproducir los patrones que funcionan a nivel comercial”. 

Esa búsqueda transforma su laboratorio musical en un área de juegos y experimentaciones, un “espacio lúdico de disfrute puro”, define, donde “estamos corriendo riesgos, probando, nos vamos a la mierda, volvemos… es un juego. Suena re goma, pero en inglés es ‘play music’: es un juego. No dejo de encontrarme con eso”.

Grabado antes del encierro pero terminado en plena crisis sanitaria, Ingaramo no pudo mostrar “La Batalla” en vivo apenas estrenado. Pero “la pandemia y mi bebé me han enseñado a tener paciencia”, se ríe, “a aceptar las situaciones”. Así, se dedicó a “mover el disco para que el disco tenga vida, aunque no se pueda tocar en vivo”.

Y la pandemia, afirma, también sirvió para mostrar el poder de la música. “Las canciones son de algún modo fantasías, utopías de 3 minutos, oasis en los que uno puede abstraerse de la vida terrenal y conectar con otra dimensión. Es muy extraño, la música no deja de ser aire, pero genera un montón de pensamientos y sentimientos. Es medio milagroso, todavía no se puede explicar del todo, es un poco mágico”, analiza Ingaramo.

Y cierra: “La pandemia confirmó esa cosa servicial de la música. Y yo me considero parte de eso: considerarlo así me ha salvado de esa cosa del artista que se cree sobrenatural… Eso a mi no me representa. Me siento más un servidor”. Es en ese contexto que presenta “La Batalla”, una pelea contra “la pandemia, el siglo XXI, la posmodernidad. Las canciones son espadas, escudos, para poder sobrevivir”.

 

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