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Revista Domingo |LA TECNOLOGÍA EN EL CUERPO

Tendencias: cyborgs y transhumanos, o cuando el futuro ya llegó

Las que parecían ideas híperfuturistas ya son parte de la realidad, y cientos de hombres y mujeres en todo el mundo se realizan implantes tecnológicos que los convierten en máquinas humanas. Crearon un movimiento llamado “transhumanismo”

Tendencias: cyborgs y transhumanos, o cuando el futuro ya llegó

Su antena nace en la nuca y llega hasta la frente. Suspendida sobre su cabeza, le permite “escuchar” los colores que sus ojos no ven, dado que nació con acromatopsia, una condición que lo obliga a percibir el mundo en blanco y negro, a través de las vibraciones de sonido que emiten las distintas tonalidades / web

27 de Junio de 2021 | 06:57
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¿Es posible que un ser humano pueda convertirse en una computadora?; ¿que un chip instalado en su cerebro le permita acceder a internet solo con su pensamiento? Pareciera una idea hiperfuturista o un guión pergeñado para una película de ciencia ficción. Sin embargo, es algo que ya está sucediendo en la actualidad, donde muchas personas, en distintas partes del mundo e inclusive en nuestro país, llevan instaladas en su cuerpo piezas de tecnología que les permiten ser distintos. Se los llama los “transhumanos”.

Todo comenzó en el momento en que la humanidad trazaba una nueva frontera con la exploración del espacio, cuando los científicos Manfred Clynes y Nathan Kline acuñaron el término “cyborg” para referirse a un ser humano mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Y aquella idea, que parecía imposible, se volvió presente, porque los primeros cyborgs ya están entre nosotros. Son aquellos que intervienen sus cuerpos con implantes tecnológicos, reclaman el derecho a diseñarse a sí mismos y dan voz a las personas que no se identifican plenamente con los humanos.

El movimiento, liderado por biohackers, propone la revolución tecnológica

 

En Argentina, Nicolás Batsios se instaló un microchip en la mano que utiliza como método de autenticación; en Alemania, Enno Park añadió a su cabeza un órgano electrónico para contrarrestar su sordera y creó la fundación “Cyborg eV” en Berlín; en Estados Unidos el biohacker Tim Cannon crea prótesis y realiza implantes a través de su empresa de biotecnología; y en España Manel de Aguas incorporó aletas cibernéticas a su cabeza. También allí, Moon Ribas, quien por medio de un implante percibe vibraciones de la tierra, creó junto a Neil Harbisson la “Cyborg Foundation”, una organización que asiste y defiende los derechos de los cyborgs.

A Harbisson se lo conoce como el primer cyborg de la historia, porque fue oficialmente reconocido por un gobierno cuando lo autorizaron a salir en la foto de su pasaporte británico con la antena que lleva en su cabeza. “Fue una batalla que tuve que dar”, cuenta Harbisson, quien detalla que en 2004, antes de ser reconocido como cyborg, le habían denegado la renovación de su pasaporte porque no le permitían aparecer en la foto con un aparato electrónico.

Su antena nace en la nuca y llega hasta la frente. Suspendida sobre su cabeza, le permite “escuchar” los colores que sus ojos no ven, dado que nació con acromatopsia, una condición que lo obliga a percibir el mundo en blanco y negro, a través de las vibraciones de sonido que emiten las distintas tonalidades.

“Yo les expliqué que era un nuevo órgano, que básicamente me identificaba como cyborg, que soy tecnología y que la antena es parte de mi cuerpo, y al cabo de unos meses acabaron aceptando esta explicación”.

Harbisson, junto con la artista Moon Ribas, creó en 2010, en Barcelona, la “Cyborg Foundation”, una plataforma internacional que, según explica en su sitio web, “da voz a personas con identidades no humanas, defiende el derecho a autodiseñarse y ofrece la creación de nuevos sentidos y órganos”. Desde ese espacio, activistas, artistas, ingenieros y diseñadores miembros ayudan a las personas a convertirse en cyborgs.

Manfred Clynes y Nathan Kline acuñaron el término “cyborg” para referirse a un ser humano mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres / web

EL ORIGEN DE LOS CYBORGS

La palabra “cyborg” fue creada en 1960, en plena carrera espacial. Los científicos Clynes y Kline combinaron las palabras “cybernetic” y “organism” para dar forma a este nuevo término, y lo introdujeron en un artículo que publicaron en la revista Astronautic. Allí proponían la creación de un hombre-máquina capaz de sobrevivir fuera del planeta tierra. Parecía algo muy lejano, pero el avance de la tecnología de mejora humana lo hizo realidad, y el movimiento que lo impulsa está liderado por comunidades de biohackers que proponen la revolución tecnológica con proyectos que parecen de ciencia ficción.

Así, ahora los cyborgs exigen su derecho a ser reconocidos como tales y recibir protección de los gobiernos para evitar ser hackeados físicamente, ya que buena parte de los implantes que portan tienen conexión a Internet.

“Existen leyes que regulan la tecnología y existen derechos humanos, pero no hay leyes que protejan a las personas que son tecnología. Nuestros implantes son órganos, nadie puede obligarnos a retirarlos o negarnos la entrada a un sitio, porque nos están rechazando a nosotros mismos”, detalla Harbisson.

El español Manel de Aguas, por su parte, diseñó un órgano artificial para conectarse con la naturaleza y se implantó una aleta a cada lado de la cabeza. En enero de 2020 viajó a Japón para realizarse el implante transdermal de su prótesis que, conectado a un microchip, le permite percibir entre la piel y el hueso vibraciones de sonido, la humedad, la presión atmosférica y la temperatura.

“Yo soy yo con mis aletas – describe - y mis aletas son yo. No es algo externo a mi. Como son cibernéticas, incluyo la cibernética como parte de mi identidad, y por eso soy cyborg”.

El estadounidense Tim Cannon, a su vez, es uno de los principales activistas del biohacktivismo, un movimiento basado en la apertura de la ciencia a la sociedad y la filosofía del Do-it-yourself (Hazlo tú mismo).

Cannon experimenta con su propio cuerpo, y desde su empresa de biotecnología en Pittsburgh, Pensilvania, crea sensores y promete alcanzar una “humanidad aumentada” a través de tecnologías seguras, económicas y de código abierto.

“Yo les expliqué que era un nuevo órgano, que básicamente me identificaba como cyborg, que soy tecnología y que la antena es parte de mi cuerpo”

Neil Harbisson, el primer cyborg de la historia. “Cyborg Foundation”

 

“Cada vez es más fácil convertirse en cyborg, la tecnología es más barata y accesible, y las impresoras 3D permiten trabajar con materiales biocompatibles”, explica Harbisson para describir la expansión de este movimiento. Desde sus inicios, la Cyborg Foundation recibe un número creciente de consultas y hoy cuenta con alrededor de 200 miembros. “Hemos visto como hay más interés en convertirse en cyborg biológicos, y muchos de ellos son adolescentes que están esperando tener la mayoría de edad para poder hacerlo”.

“Yo soy yo con mis aletas y mis aletas son yo. No es algo externo a mi. Como son cibernéticas, incluyo la cibernética como parte de mi identidad, y por eso soy cyborg”

Manel de Aguas,
el primer cyborg de la historia.

 

EL HOMBRE MÁQUINA ARGENTINO

Nicolás Batsios es un programador argentino que vive con un microchip en su mano izquierda desde el año 2015. “Te acostumbrás a tenerlo – dice - es como un pequeño granito de arroz, no se ve exteriormente pero se siente”.

El lo utiliza como método de autenticación, para almacenar información, guardar claves y abrir puertas. Conoció estos chips a través de Internet e investigó sobre esta tendencia que en países como Alemania, Australia, Nueva Zelanda, y particularmente en Suecia, se extiende con fuerza. Encargó un prototipo en China y lo recibió en Buenos Aires, lo probó de forma externa y, con ayuda de un amigo, lo implantó en su mano.

Batsios fue más lejos que la mayoría de los seres humanos pero asegura que su vínculo con la tecnología no es tan diferente al del resto. “Es la misma tecnología que tenés en tu teléfono, solamente que yo la utilizo un poquito mejor”, explica. Y aunque no se autopercibe cyborg, recibe consultas de personas interesadas en su chip y ya realizó alrededor de 35 implantes en el país.

Es así que prácticas que pueden parecer extremas, para ellos son solo una cuestión de percepción. Harbisson no niega el impacto social que tiene realizarse un implante de estas características, pero considera que muchos de nosotros estamos unidos psicológicamente a la tecnología. Expresiones que utilizamos a diario como “me estoy quedando sin batería” cuando nos referimos al teléfono celular, son para Harbisson pruebas de esta fusión psicológica. “Quienes han nacido en el siglo XXI, la mayoría ya está unido psicológicamente a la tecnología, por lo tanto unirse físicamente es lo más lógico porque su cuerpo no está reflejando su identidad”.

Su antena nace en la nuca y llega hasta la frente. Suspendida sobre su cabeza, le permite “escuchar” los colores que sus ojos no ven, dado que nació con acromatopsia, una condición que lo obliga a percibir el mundo en blanco y negro, a través de las vibraciones de sonido que emiten las distintas tonalidades / web

EL TRANSHUMANISMO

Si bien la palabra cyborg inspiró relatos de literatura y cine de ciencia ficción, en la actualidad la tecnología se fusionó con los cuerpos de formas inimaginables y traspasó los límites del “ser” humano para dar lugar al movimiento conocido como “transhumanismo”, integrado por hombres y mujeres que defienden su derecho a biodiseñarse, se agrupan y representan a las personas que no se identifican 100% con los humanos, al tiempo que con cada implante desafían los límites de su propio cuerpo.

Existen leyes que regulan la tecnología, pero no hay leyes que protejan los cyborgs

 

“El transhumanismo se basa en la filosofía de que podemos y debemos mejorar la calidad de vida usando la tecnología”, señala una hacker británica conocida como Lepht, aunque quien articuló los principios de este movimiento intelectual, que cuenta con partidarios y detractores en todo el mundo, fue el filósofo británico Max More, quien explica que “los transhumanistas buscan la continuación y aceleración de la evolución de la vida inteligente más allá de su forma humana actual y sus limitaciones”.

Uno de ellos es el británico Steven Ryall, quien explica que “tengo que cargar con las llaves del coche, las tarjetas, el teléfono, creo que el transhumanismo es el paso para poner todo eso en mi cuerpo de tal forma que no solo el cerebro sea inteligente, sino mi cuerpo también, es la única forma en la que podemos progresar. Tenemos todo tipo de tecnologías que hacen todo tipo de cosas increíbles, pero ninguna de ellas responde a mi biología. Entiendo por qué la gente puede pensar que hacer algo así es extremo y por qué está asociado a la autodestrucción, pero realmente creo que es la forma de evolucionar”.

La inglesa Winter Mraz es otra convencida del trashumanismo. “En mi mano derecha tengo un chip de radiofrecuencia que es mi tarjeta de negocios y otro en la izquierda que es la puerta de mi casa”, cuenta quien, además, se colocó en el dedo un implante que le permite detectar campos electromagnéticos; un implante anticonceptivo en el brazo, dos impresiones 3D en las rodillas y dos implantes Led.

Sin embargo, la doctora Mary Neal, de la Strathclyde University, cree que el trashumanismo encierra riesgos éticos sobre la autonomía del cuerpo y riesgos de seguridad sanitaria.

Otros especialistas, también, creen que los riesgos serán aún mayores cuando se empiecen a incorporar datos biológicos a los chips, aunque los impulsores del movimiento transhumanista creen, pese a todo, que estas tecnologías son el futuro.

 

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