Otra muerte difícil de explicar

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Pese a que la tasa de fallecimientos por Covid entre las personas vacunadas es significativamente más baja que entre aquellas que no recibieron la inoculación, la realidad de que las vacunas no evitan por completo el riesgo de muerte por coronavirus volvió a golpear duramente ayer al conocerse la muerte de una joven enfermera de un hospital porteño que no presentaba factores de riesgo y habia recibido el esquema completo de vacunación.

María Castellón, que tenía 34 años y trabajaba en el sector Covid del hospital Santojanni, murió el viernes pasado en el sanatorio Méndez, donde había sido internada de urgencia pese a haber recibido la segunda dosis de la vacuna Sputnik el pasado 6 de abril.

Según confirmaron fuente de ese centro de salud, Castellón, quien había comenzado con síntomas, fue diagnosticada el miércoles de la semana pasada con Covid. Y dado que solo presentaba unas líneas de fiebre se aisló en su casa para completar la recuperación. Pero un agravamiento de su cuadro obligó a internarla directamente en terapia intensiva, donde murió un día después.

Según dijeron familiares y amigos en medios periodísticos, María, que era soltera y no tenía hijos, no padecía enfermedades previas que hicieran temer una posible complicación como la que sufrió.

El martes último tambíén murió por coronavirus otro enfermero, Rubén Bentos, del Hospital Roque Sáenz Peña de la ciudad santafesina de Rosario, quien también había recibido las dosis de la vacuna rusa. Sin embargo en este caso tenía el antecedente de ser insulinodependiente.

 

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