La Joyería Galliadi, uno de los comercios con más historia en la Ciudad, bajó las persianas
Edición Impresa | 17 de Julio de 2021 | 02:20

Casi desde los orígenes de la Ciudad, la Joyería Galliadi fue testigo de su desarrollo y crecimiento comercial, sobrevivió a los vaivenes de las modas y a las crisis económicas. Durante 138 años se apoyó en una tradición familiar que se mantuvo por cinco generaciones, pero hace días Alberto, su último dueño, decidió bajar las persianas y escribir el capítulo final de uno de los comercios platenses con más historia. “De 20 años para acá el negocio se fue gastando, se hizo imposible comprar oro por temor a los robos”, asegura el joyero.
La joyería se mudó varias veces, pero el local de calle 5 N°879 fue uno de los más emblemáticos para la familia. Los comercios, ubicados en lo que entonces se conocía como la Cruz de Plata, eran Tienda San Ponciano, Zapatería Saleme, Mercería Suiza, Sedería Kikuko, Farmacia Ojeda y la Mueblería Rodríguez Presa.
Alberto recuerda las noches de verano con la puerta del negocio abierta, los vecinos en la vereda y él dando vueltas a la manzana en bicicleta. Entre los clientes estaba el gobernador Domingo Mercante y su esposa, quienes salían de la Casa de Gobierno por calle 5 y estacionaban un inmenso auto frente a la joyería. También evoca la presencia del gobernador Anselmo Marini, compañero de la Escuela Anexa de su padre, y las visitas esporádicas de Ricardo Balbín, quien tuvo especial simpatía por él y en alguna oportunidad lo tomó en brazos.
Otros momentos no fueron tan gratos: “Los primeros días de octubre del ´45, la firma Cabi colocó un letrero con el último modelo de iluminación de tubos finos con el nombre de la joyería y el 18 de octubre mi padre tuvo que mandar a hacer otro porque los muchachos del 17 lo rompieron al no poder abrir la persiana metálica”, recuerda quien por entonces con 4 años sintió el terror de esos días convulsionados.
Pero para hablar de los orígenes de la firma Alberto prefiere remontarse al año 1880, cuando su abuelo Sperindio Galliadi, relojero de oficio, llegó proveniente de Rímini, Italia, y se instaló en Ensenada junto a su esposa y dos hijos.
El inmigrante montó un pequeño taller de composturas de relojes en la calle Bosinga y La Merced, su hijo Alberto lo ayudaba, mientras aprendía el oficio.
En 1882 Dardo Rocha fundaba la ciudad de La Plata, y un año después, en 1883, advertía que los grandes relojes de la ciudad necesitaban mantenimiento, como por ejemplo, el de la Estación, la Municipalidad, la Caja de Ahorros, y el legendario de calle 7 y 50. Acompañado por Domingo Tronca, primer joyero de La Plata, Rocha en persona le propone a Sperindio trasladarse a la nueva ciudad, a una propiedad de 8 y 53 que le cedía temporalmente. Allí los Galliadi inauguran su primer comercio.
En 1901, Sperindio compra la propiedad de calle 5 N° 879, la convierte en su vivienda y monta la histórica “Joyería y Relojería Galliadi” que se mantiene en ese espacio por seis décadas.
Allí vivieron los hijos de Alberto y María Luisa: Ida (1888), Matilde (1900), Amelia (1904) y Alberto “Tito” (1908) y finalmente, la cuarta generación, Alberto José “Pilin” (1941)-
El comercio, siempre fue atendido por sus dueños. De 1883 a 1923 estuvieron al frente Sperindio y Alberto; de 1923 a 1941, Alberto y Alberto “Tito”; de 1941 a 1976 Alberto “Tito”, Ida (hermana) y María Iaccarino (esposa).
Luego, el negocio se traslada a Galería Malvinas, calle 49 entre 8 y 9. De 1976 a 1988 lo atendió Alberto José “Pilin”, su madre María Iaccarino y su esposa Isabella. “Yo era periodista en La Gaceta y en Radio Provincia, pero al fallecer mi padre tuve que acompañar a mi madre en la joyería”, afirma.
Más tarde la joyería se muda a Galería Mayo, calle 48 N° 630. Allí permanece hasta la actualidad y se suma Diego Alberto, la quinta generación de joyeros.
“Fueron 138 años, donde cinco generaciones pasaron por Joyería Galliadi, seguramente el comercio más antiguo de La Plata”, afirma Alberto al hablar del cierre definitivo.
El joyero reconoce que trabajar junto a su esposa e hijo fue una de las etapas más emotivas de su historia personal.
El valor del trabajo y del sacrificio para llevar adelante el emprendimiento fue el sostén de los Galliadi. Desde el tesón del abuelo, al que no alcanzó a conocer, hasta el gran talento de su padre que se destacó como un gran joyero.
“Mi padre hacía joyas, pero al morir yo tuve que seguir con el negocio para apoyar a mi madre, pensé que era por 15 días, pero fueron cuatro décadas”, apunta y señala que el mejor momento comercial fue durante el gobierno de Carlos Menem, época en la que se vendía mucho oro.
Pero los tiempos fueron cambiando y aquel negocio que atendía a puertas abiertas sufrió dos grandes ataques vandálicos y acusó recibo de las crisis económicas. A los años en los que la esposa del gobernador Mercante elegía sus alhajas o las parejas iban de generación en generación a comprar sus alianzas de oro, le siguieron los de venta de artículos de plata y, más acá en el tiempo, las consultas por los de acero.
“Oro hace mucho que no tengo y relojes dejamos de vender hace 30 años, pero lo que más nos decidió a cerrar fue la inseguridad porque nuestro comercio siempre fue de puertas abiertas, sin tener que estudiar a quién se dejaba pasar y a quién no”, concluye el comerciante.
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