Boca, que juega sin número 9 y no generó situaciones de gol, se llevó el premio que necesitaba
Edición Impresa | 5 de Agosto de 2021 | 03:54

Por MARTÍN MENDINUETA
Después de la eliminación en la Copa Libertadores, con escándalo incluído, Boca encontró un alivio enorme en nuestra ciudad. Jugando sin una identidad definida, y mostrando llamativas carencias tanto en la generación de juego como en su línea de ataque, el equipo dirigido por Miguel Russo encendió fuerte la ilusión de obtener pronto un título que, además, trae la “yapa” de la clasificación directa al torneo más preciado del continente.
PASADOS DE ANSIEDAD, LA PRIMERA MEDIA HORA FUE VACÍA DE PELIGRO
Con todo el país futbolero enfocando sus ojos hacia el estadio que ahora se llama Diego Maradona, los protagonistas de una pulseada cargada de morbo tardaron en soltar algún movimiento interesante.
Si jugar un clásico se tratara únicamente de correr, molestar al rival, forcejear siempre, aun cuando no sea necesario, y demostrar vehemencia en cada situación del partido, los treinta minutos iniciales fueron un ejemplo a seguir. Pero semejantes apellidos representando a las dos camisetas más poderosas de la Argentina no podían permitirse un espectáculo tanordinario.
Sólo a los 31 minutos de ese muy pobre capítulo inicial, un fantástico freno de Julián Álvarez con centro bajo incluído al corazón del área chica, derivó en un toque salvador del arquero Rossi y el posterior remate alto y desviado de Bruno Zuculini. Eso fue lo mejor. Y lo único bien elaborado enmateria ofensiva por dos equipos envalentonados por la “prohibición de perder”. Para ambos contendientes ganar representaba una hermosa satisfacción, pero la derrota guardaba en su paquete incómodas facturas por pagar.
ES INCONCEBIBLE QUE EL EQUIPO DE RUSSO NO TENGA UN NÚMERO NUEVE
El segundo tiempo fue un poquito menos aburrido que el anterior. River, con la movilidad de De la Cruz, el siempre criterioso despliegue de Julián Älvarez por todo el frente de ataque y la peligrosidad de Braian Romero, mostró intenciones de llegar tocando y así generó dos o tres claras situaciones de gol. En cambio, se hizo muy complicado descifrar las claves del funcionamiento boquense.
Habría que revisar la historia, pero seguramente será difícil encontrar un equipo xeneize que haya afrontado tan valiosa instancia decisiva sin tener en cancha a un centrodelantero definido. Boca pretendió atacar con la dupla Pavón-Briasco. Y jamás lo consiguió.
AGUSTÍN ROSSI SE VISTIÓ DE HÉROE POR ATAJAR EL PRIMER PENAL
Cuando River haga su autocrítica lamentará especialmente no haber definido el pleito durante los noventa minutos. Y, también, los errores cometidos en las ejecuciones desde el punto del penal. Especialmente Braian Romero.
Boca, feliz, aliviado y fortalecido en su autoestima, hizo poco y se llevó un montón. Luego de tanto ruido interno por resultados nada convincentes, ahora tiene una gran motivación: Aprovechar este paso positivo e ir por otra vuelta olímpica.
Haber eliminado a River sutura heridas y desintegra fantasmas agoreros. No era una final, aunque había mucho en juego. Perder hubiera adelantado decisiones que seguramente llegarán a fin de año.
Ganó Boca. La razón y el brutal desahogo le pertenecen.
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