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Policiales |RECUERDO

El cortador de orejas y el escándalo del Casino clandestino de 48 entre 6 y 7

Las mafias del juego clandestino y sus vinculaciones con la política ocupan varios tomos en la enciclopedia ciudadana. Y en La Plata, en dos épocas bien diferentes, dejaron su sello

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

5 de Septiembre de 2021 | 02:54
Edición impresa

“Disculpe, lo pongo acá porque me molesta en la cintura y para saber cómo le parece que empecemos a hablar”.

Se jactaba de ser hijo de uno de los que más bolsas con orejas de indios había llevado a la comandancia general de la Campaña del Desierto. Era esa una prueba cabal de participación en todo aquello y una forma de asegurarse la posterior recompensa cuando llegara el reparto de esas miles y miles de hectáreas del interminable campo nuevo y casi virgen arrebatado a “los salvajes”.

Alberto Abel Barceló, “Don Alberto” como se lo llamaba con más miedo que respeto en el mundo de la política del 1900, fue diputado y senador nacional y prácticamente dueño del distrito de Avellaneda. Su vida estuvo marcada por el fraude electoral, la corrupción y la violencia y se convirtió en un icono de todo eso y de lo que se conoció como “el tiempo de los conservadores”.

Barceló escribió con tinta espesa una suerte de manual del caudillo urbano. Y entre negocios varios y la sombra de la trata de mujeres marcó la cancha a la actividad del juego clandestino y sus versiones más pintorescas como los garitos o, lisa y llanamente, los casinos clandestinos a todo lujo, sin nada que envidiarle a los legales.

Barceló fue intendente por el Partido Conservador entre 1909 y 1917 y cuando entendió que debía enfrentar con todo a ese enemigo que era el radicalismo, volvió a serlo en el 24, 27 y el 32. Amado y odiado en esa Avellaneda de los frigoríficos, hubo para Barceló también una leyenda blanca como cuando intentó legislar contra aquellas bolsas de trabajo que solo aseguraban empleo a los amigos de los amigos y siempre y cuando no se les ocurriese reclamar mejora alguna.

Ruggiero, el pistolero que intimidó a un director del Diario, a la derecha junto a Gardel

EL AMIGO DE GARDEL

Su brazo ejecutor alcanzó casi tanta fama como él. Se llamaba Juan Nicolás Ruggiero, más conocido como “Ruggierito”. El tipo empezó como peleador y terminó como tirador. Nunca renegó de mandado alguno que viniese de Don Alberto. Había llegado a ponerse bajo el ala del caudillo después de haber servido a su hermano, Enrique “El Manco” Barceló. Era portero de uno de sus prostíbulos y llegó a ser el hombre más poderoso, influyente y temido de aquellos años.

Por caso, Carlos Gardel le tenía afecto y respeto acaso consecuencias del enorme favor que Barceló le había hecho al conseguirle, sin demasiado trámite, los papeles de nacionalidad argentina para que pudiese actuar libremente en el país. De ahí que no sorprendía la presencia del Zorzal en algunos actos importantes del Partido Conservador.

El poder de Ruggierito sobre las redes de juego clandestino y los garitos se extendía más allá del territorio natural de Barceló. Y cuentan que en La Plata tenía uno en la zona de 56 y 10; otro por 55 y 13 y un tercero en un club de barrio en el límite entre el casco y la periferia.

EL REVÓLVER SOBRE EL ESCRITORIO

En medio de todo aquello, los escándalos de Barceló eran cada vez más visibles y la amenaza de la intervención a la Provincia y a su distrito, le rondaba día y noche. Las noticias que se publicaban en el diario de mayor tiraje e influencia de la capital de la Provincia, EL DIA, eran una piedra en el zapato.

En aquel final de los 20 y principios de los 30 Hugo Stunz dirigía el diario que fastidiaba a Barceló. Y una tarde recibió la visita, sin previo aviso, del mismísimo Ruggierito.

La historia que se cuenta es que el brazo ejecutor de Barceló se sentó sin ser invitado y apoyó sobre el escritorio del periodista un renegrido Smith y Wesson de caño largo.

“Disculpe, pero me molesta en la cintura y además así sabemos en qué tono podremos hablar”, habría dicho Ruggierito.

El asunto no fue más allá de la intimidación y no pasaría mucho tiempo hasta que el pistolero cayera en desgracia, acaso empujado por su patrón al que ya le molestaba que lo relacionaran con él. En la noche del 21 de octubre de 1933, un balazo de 45 le entró por la espalda cuando salía de la casa de una mujer a la que visitaba. A pesar de que Barceló le armó un sepelio digno de un presidente de la Nación, nunca pudo quitarse la sospecha de que había sido él quien lo había mandado a matar para sacárselo de encima.

Hugo Stunz

EL CASINO DE LA PLATA

El 10 de mayo de 1987 ocurrió en La Plata otro hecho insólito e histórico vinculado a la audacia, el poder y las vinculaciones políticas del negocio de juego ilegal.

Esa mañana la Ciudad quedaría perpleja ante el título de tapa y la crónica central del diario EL DIA: “Un casino en La Plata sería imposible de publicar”.

Ruggierito se puso bajo el ala del caudillo tras servir a su hermano, “El Manco” Barceló

Con ironía en su más puro estado, se aseguraba que “podría hacerse una investigación periodística pero sería imposible de publicar. No sería fácil reunir pruebas, las fotos no se podrían tomar porque hay custodios y al otro día de aparecida la nota el lugar quedaría limpio, como en la película El Golpe”. Y eso fue lo que pasó. A las 3 de la madrugada de ese 10 de mayo alguien consiguió un ejemplar del diario todavía caliente por el roce de la rotativa, y se lo hizo llegar a quien debía. Antes que empezaran a clarear las primeras luces, el lugar ya había sido desalojado y un enorme camión de mudanzas se devoraba la mesa de ruleta, la de black jack y el resto del mobiliario cargado de paño verde.

En esa crónica irónica se contaba cómo se accedía al casino por la puerta grande de la calle 48 entre 6 y 7, donde hoy funciona un área de la Universidad. Y se daban detalles sobre las contraseñas, las tarjetas de invitación, el clima interior, el smoking de los croupiers, las presencias masculinas y femeninas, y la buena bebida que se ofrecía.

“Los que parecen anfitriones y organizadores se encargan de tranquilizar a los clientes nuevos, temerosos de un allanamiento policial. Pero en forma contundente y sin mayores explicaciones se les dice que eso es sencillamente imposible”.

ESCÁNDALO Y EXPLICACIONES

Se insistía entonces con que la noticia “imposible de publicar” terminaría en un juicio al diario, citación a los periodistas que hicieron

la nota y demás consecuencias legales por haber contado que funcionaba en el Jockey Club, en las narices del poder político de todos los signos, un casino clandestino.

Y se dejaba en claro, ya sin ironía alguna, que si periodistas del diario habían podido entrar y verlo, no era descabellado pensar que ya había otros platenses que conocían su existencia. Y entonces, si el diario no publicaba la noticia que “no se podía publicar”, caía en la sospecha de complicidad y desoía los deberes de quien conoce un delito y no lo denuncia.

La versión oficial le atribuyó a “un llamado anónimo” el asunto del casino en pleno centro

El poder político reaccionó con bronca controlada, diplomática. Desde la Gobernación, por entonces de signo radical, se le ofreció al diario toda la protección posible para publicar lo que en rigor ya se había publicado.

Pero lo curioso ocurrió 24 horas después cuando se decidió suspender una conferencia de prensa para cambiarla por la entrega de un comunicado informando sobre “las distintas diligencias y la necesidad de profundizar la investigación” sobre el hecho. Y se decía que en los allanamientos realizados (después de publicada la noticia) no se habían detectado actividades ilícitas.

Pero faltaba la frutilla del postre: se aseguraba que “la investigación policial” había surgido de un llamado anónimo a la policía. Nunca se aclaró cuándo se había recibido ese llamado y, habida cuenta de que en los allanamientos no encontraron ni las ruletas ni las fichas, todo indicaba que el “informante” había pasado el dato ya con el diario impreso en la mano.

LA CULPA AL JOCKEY

La temporada de sorpresas no terminaría ahí. El gobierno provincial decidió cargar contra las autoridades del Jockey Club y decir que Personas Jurídicas había detectado “irregularidades contables”. Se daba a entender que al club había entrado dinero negro, supuestamente generado por la ruleta y el punto banca.

El club estaba entonces en concurso preventivo y su presidente, Alberto Caselli, desmintió con fuerza lo de las “irregularidades contables”, declaraciones que enfurecieron al gobierno.

Le apuntaron a los problemas financieros que tenía el Jockey Club

En el Concejo Deliberante, en tanto, saltaron chispas. Desde la oposición peronista, el Partido Intransigente y el oficialismo radical se tiraban con todo, y volaban las filosas ironías sobre las responsabilidades en el asunto. Hasta se llegó a tirarle al mensajero al calificar de “novela rosa” la cobertura periodística y decir que era de “mala fe” porque infería que el casino nunca pudo haber funcionado sin complicidades policiales y políticas. De cualquier modo, todos los concejales levantaron la mano para votar una resolución pidiendo una investigación a fondo.

El escándalo se fue diluyendo en la medida en que “la investigación profunda” que se había prometido no llegó ni a las pantorrillas. A tres días del escándalo y aunque con mayor sutileza que 60 años antes, pero en la línea de lo que los popes del “negocio” pretendían, hubo otra vista a la dirección del diario EL DIA.

Alberto Barceló

OTRA VISITA EN DIAGONAL 80

Eran dos tipos de unos 50 años, vestidos con camperas de buen cuero. Dijeron que eran de Lanús y mostraron un portafolios donde, aseguraron, había mucho dinero. Y pidieron a cambio que el diario diera marcha atrás con “la noticia que no se podía publicar” y que así, a lo mejor, con una diplomática desmentida, bajaba la efervescencia y podrían reabrir el casino.

El garito cinco estrellas del Jockey Club nunca reabrió. La profunda investigación quedó en el anuncio. Y hubo algo más que por cuestiones legales no salió a la luz. Fue la lista de algunos de los concurrentes al garito en esa última noche previa al escándalo. Había sido elaborada a partir de los números de patente de los autos alta gama estacionados en la cuadra de 48 entre 6 y 7, entre la medianoche y las cuatro de la madrugada de esa jornada.

Había para hacer dulce.

 

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